Lolamaar

jueves, agosto 31, 2006

 
*foto: chicaminiaturas
Me gustaría saber -al estilo de investigación internacional trucha, en el gran diario argentino- cuánto influye el clima primaveral en las alzas del ánimo popular. (¿Se acuerdan de ese anillo que cambiaba de color de acuerdo al ánimo de quien lo llevaba?)
Puedo no saber también, no me importan nada los porcentajes inventados. Me contento con mi buen humor matutino extendido al día entero, mi casa al sol, ventana abierta, qué lindo ayer, y ahora las ganas, lavar la ropa, hacer las compras, el pelo está más largo, la duda de si me lo corto o lo dejo crecer, hoy me gusta así, cuando ya no me guste iré a cortármelo...
y oh, sí, qué sencillo, claro, una buena filosofía para aplicar a otras cosas:
Hoy me gusta así.
Mañana vemos.

miércoles, agosto 30, 2006

 
Subo el volumen de Babasónicos para no escuchar a los murciélagos que viven en mi persiana. Siempre los escucho cuando estoy sola, y tengo miedo, mucho miedo. Yo estoy así, enferma, encerrada, íntima, y temo que el peso de los murciélagos haga caer el taparrollos y que asustados ellos y yo ayyyyyyyyyyyyyyy, gritando por toda la casa en busca de un escobillón para vaya a saberse qué, quieran esconderse en mi hermosa cabellera castaña, que deberé pelarme, rulos y murciélagos, como si lo que me pasa no fuera suficiente.
Así que música a todo volumen y de fondo, un atardecer rojo furioso en una línea cada vez más delgada, donde después, si es como ayer, voy a ver la media luna con júpiter la estrella más brillante.
Las visitas me pusieron de buen humor. La infección, de centro vital pasa a ser una molestia, considerable molestia, sino preguntale a... pobre. Pobres.
Me estiré para alcanzar una porción de la locura...
Mientras Delicatessen se vuelve la película más loca de la temporada (el ritmo, esas tomas desde arriba en diagonal que dibujan unos espacios de geometría cruzada, las escenas como pequeños cortos, los personajes, la ropa y el color) algún chico sueña conmigo sin conocerme, y otro, que me conoce, sueña un sueño que me ruboriza. Pero esto hace varios días, aunque me doy cuenta hoy. Muchas veces tarde. Es cierto.
Mi tía dice y claro nena, para qué querés buscarte papás, con el papá de maravillas que tenés, si lo querés lo llamás y listo, y se alegra con el atisbo de novedades que comparto porque sé, justamente, que se alegra. (Y me alegro yo también).
Ser así no cuesta nada...
La siesta de hoy debería haber durado toda la tarde y más. Es esa sensación la que nos despide sonrientes, esto debería ser todo el día y más.
Me deja la posibilidad de ver dvd´s y saborear cosas ricas. Juro que no me parece poco.
Enciendo la luz para ahuyentar murciélagos.
Para hoy: Casablanca y Los guantes mágicos.

martes, agosto 29, 2006

 
Ya es martes, estoy enferma, sigo en casa de mis padres, dolorida, pero sin hacer nada. Es que cuando dijeron seis días en reposo pensé en todo lo que haría, las lecturas y los textos, la posibilidad de pensar, por fin, esa monografía. Pero sólo arde. De cualquier cosa podría decir que arde. Primero el cuerpo. Entonces todo se vuelve un naranja fluorescente de esos que estaban de moda en los ochenta y las chicas vestían en calzas por arriba de la rodilla y que quedaban horribles. Lo único que me queda es la asociación libre o el relato bizarro, sino sucio, del padecimiento de estos días. O el detalle de las cremas, los comprimidos cada ocho horas, los otros cada doce, y por momentos la angustia, mucho más que la esperanza de sentirme mejor. Podría, durante cinco días, intentar un diario de la enfermedad, como esos que leíamos en Literatura del Siglo XX. Cuidado de sí, y bla bla bla. Quizá, finalmente, esto también me sirva para esa monografía.
Mi vida así, mi vida asá. Mi vida así tenía su riesgo también. La posibilidad de vivir cien por ciento al rojo vivo todo el tiempo, adentro de casa, de la cama a los libros, una buena inversión. Salimos exhaustos y yo después corriendo pero en algo de eso me reconozco y ahora me pregunto dónde está, o si acá está, dónde lo pongo. Igual, uff, exhausta. No olvidar eso. La sensación de too much, please descomprimamos un poco.
Mi vida asá es por completo imprevisible. Me gusta el Acorazado Potemkim cuando tiene más de nombre ruso derretido en el trópico que de coraza guerrera. O si no, doy pelea.
Encontrar frutos caribeños en texturas de metal es una buena misión para una chica encantadora.

lunes, agosto 28, 2006

 
Todo se puso más difícil y doloroso de lo que habían anunciado. Del miércoles a ayer, seis médicos distintos cada uno con su diagnóstico y su remedio. Dos o tres días y te sentís mejor. En dos o tres días conocí dolores que nunca había sentido, dificultades para cuestiones cotidianas de las más básicas y la obligación de no hacer ciertas cosas que vengo cumpliendo desde hace ya muchos días sin ninguna buena consecuencia.
Mientras, la ventana de mi casa devela intimidades y pese a ser la intimidad que sucede en mi casa, puertas adentro, entiendo los argumentos de quien prefiere no ver. Una cosa provoca otra, el domingo al mediodía me supera, hay sol pero angustia, así que vengo a casa de mis padres cuando comprendo que son ellos quienes tienen que cuidarme.
Sueño cosas rarísimas. Espacios gigantes en los que no me ubico. O escribir una crónica con delineador rojo en una copa de vino, a falta de papel, en un tren español, después de llamar a mi amigo (¿pedirle socorro?) por un walkie talkie de esos bien viejos. No está mal como imagen. La anoto.
Por momentos, cierto dejo de incertidumbre. No estoy acostumbrada pero creo que es mejor así. No me fue bien en las últimas experiencias que no dejé libradas a la duda.
Quiero verte curada, bailando como esa noche.

sábado, agosto 26, 2006

 
Es difícil no pensar que se trata de una maldición divina, un merecido castigo o el desenlace trágico para unos meses de fatalidad. Edipo, tus ojos. Marina, sangrando.
Un rayo te parte después de que justamente aquello, en algún momento sagrado, se profanara hasta volverse un sonámbulo caminando sin rumbo.
Desenlace: La maldición llega al final de la tragedia, aunque a veces (¿siempre?) el héroe no recupere nunca más la normalidad de su parte maldita.
Que duela tanto como el dolor que has provocado.

 
Intenté publicar un post cientos de veces, todas con dudas, ayer por la tarde, cuando blogger no funcionaba bien. Lo tengo guardado y quedará así, no tengo que olvidar las relaciones personales.
Cansada de pelear con blogger, fui a tomar café con una amiga averiada igual que yo. Los mismos males. Recorridos parecidos: la gripe, la cistitis y lo que siguió. Y si me llama o no me llama. Queremos gustarles. Nos reímos por lo predecible de nuestros miedos: cuando volvemos a la computadora, o esa misma noche, todo es como esperábamos que sea. Cucharita cucharón, con mucho alcohol pasamos la noche.
Recuerdo que conté la escena del comienzo entre F y G: el vómito ya en casa, primera vez, después de una fiesta. Lo escatológico ahora me roza pero no me da asco, si a vos no te da... Las conversaciones de fondo suceden en la ducha, las que sirven para escuchar cómo piensa, con qué sueña y a qué le teme.
Si hablamos, nos entendemos y encontramos el ritmo. La música suena en armonía.

jueves, agosto 24, 2006

 
Ayer caminé desmoronándome por el día, revoleando los brazos para lograr agarrar todo lo que parecía inaccesible. Y todo parecía inaccesible, incluso aquello que ya tenía conmigo, que parecía estar allí bajo un control que apaciguaba ansiedades. Un par de textos para leer, otros por escribir, una persona, tareas pendientes. El sueño de estoy desnuda y no puedo alcanzar nada de todo eso que va tan rápido. El capricho de querer todo ya y que lo sólido se desvanezca hasta dejar huérfano mi deseo.
Hoy desperté de pie. Camino bajo el sol un par de cuadras, temprano a la mañana. Hoy tengo ganas de volver a casa. Hacer las compras, ramo de flores, tener listo un vino rico. Más tarde: un posible encuentro con el pasado que me ayuda a recuperar algunas bases. Todo eso es mi propio patrimonio. Esa historia. Como una columna vertebral que ordena algunas cuestiones en medio del caos.
Me gustaría una escritura no tan blanca. Pero voy a concentrarme en lo blanco hasta que cambie de color por su propia saturación. Él dice que escribo lindo pero me gustaría sorprenderlo con violencia. Es que me gusta su gesto sorprendido. Su cara de no sos tan blanca. Me gusta este juego de mil facetas: justo cuando parece que veremos un atardecer tranquilos, se desata un huracán. Ahí no soy ni una ni otra, ni así ni asá. No necesito elegir una de todas las vetas. Hay lugar para todos los colores. Pichona y leona, yo también puedo consolarte cuando necesites. Vení, probá.
Voy a derrumbar tus certezas.

miércoles, agosto 23, 2006

 

Síntomas

Hace dos semanas, treinta y ocho y medio de fiebre. Hace poco menos de una semana, cistitis. Ayer, olvidar el cargador del celular en un lugar y quedarme sin batería. A la noche, muy tarde, un llamado de I.: "cabecita..., se te cayó la billetera en el taxi, la levantamos de casualidad, pensamos que sería de un pasajero, que mejor si la llevábamos porque otro la robaría, y cuando la abrimos para ver de quién era, vimos la foto de tu sobrina."
Mientras tanto, además, digo lo que deseo y cuando lo digo me arrepiento. El super yo encarnado en la voz de mi madre (como en esa película de Woody Allen que creo que integra New York Stories, en la que la madre muerta sobrevuela Nueva York y le habla -le regaña, le manda) me dice todo lo que tengo que hacer y todo lo que hago mal.
Yo debería estar dopada todo el día.

martes, agosto 22, 2006

 
* foto: chica miniaturas
Este día primaveral me da ganas de tomar una bocanada de aire fresco, tenerlo un tiempo largo en mi boca hasta convertirme toda yo en bocanada de aire que de fresco se vuelve nuevo, aire nuevo que es también tiempo interrumpido, tiempo de pausa, una escala vacía hasta el próximo paso, el tiempo justo para dejar aquello atrás y que no se empaste con lo que viene, aire fresco tiempo nuevo de una espera de algo mejor, pura primavera sol color azul rojo, respirar todo ese aire hasta flotar en un tiempo otro que me despega de ayer para entregarme limpia y lista para empezar en un mañana que ya es hoy, o bañarme durante muchas horas bajo un agua que no quema, y que alcanza a acomodar este zumbido en un recuerdo tranquilo y querido que me permite volver a empezar, como nueva, otra vez.

 
Sé que mis padres les preguntan a mis hermanos por mí. Ya no vivo con ellos pero los hábitos de la comunicación familiar no suponen un territorio reservado a la intimidad. Entonces, de acuerdo a esos hábitos, suelo ofrecer mis novedades con demasiada ligereza o en un exceso de detalle que demasiado pronto sienta a personas nuevas en el almuerzo familiar de cada sábado.
Esta vez no. Tomo precauciones para que la historia sea distinta. No hago anuncios, intento corregir errores de antes con acciones nuevas que generan otros rumbos. Intento, sin mucho éxito, una vida más reservada. Ellos están de acuerdo pero la necesidad de conclusiones provoca llamados del estilo: "Entonces ya estás...?"
* * *
Volver un martes a la vida cotidiana. Leer y responder mails. Leer textos para la revista. Agendarme otros textos que debo comprar y leer para la facultad. Proponerme una semana respetuosa con mis horarios de rutina (terminar todos los días a las once de la noche, my god) para disfrutar los momentos de encuentro. Días de salir y volver a un eje. O inventar otro eje. Días de un desorden exquisito. Entrar y salir de casa. Volumen muy alto.
Nos iremos acomodando. La vida de todos los días se cruzará con la del fin de semana.
La escena será: también podemos estudiar juntos.
La sospecha de esa escena: el domingo, el diario en el sillón y en la tele los partidos de fútbol.
* * *
Las miradas de las mujeres de Almodóvar son siempre húmedas, al borde del llanto descomunal. Penélope es demasiado hermosa y demasiado Penélope para abandonarse a ser una mujer de pueblo apenas más sexy que las demás. Pero está bien. Es lo que queremos ver. La tragedia al rojo vivo, si algo puede ser peor, va a ser peor. Desde la butaca se siente como un caramelo para saborear de a poco. Ya sé cómo es, y porque sé como es, devoraría el paquete entero.
* * *
Me cuestan las limitaciones.

viernes, agosto 18, 2006

 

*foto: chica miniaturas

Viernes a la tarde sola en la oficina.
Fantaseo y bailo chiquito.
Un fin de semana hecho de siesta y sin apuros.
¿Colores?: verde pasto mullido, azul cielo despejado, atadecer rojo rosa anaranjado, blanco viento en la cara.
Todos esos colores en una habitación.
Clima etéreo.
Afuera, el mundo se desvanece.

 
Salgo de mi oficina y paso a buscar a C. para ir juntas a la facultad. Caminamos, pedimos cambiar un billete de dos pesos por monedas, no nos cambian, insistimos, no nos cambian, llegamos a la parada del colectivo, perdemos uno, se va otro, intenta una en el quiosco de allá, después otra en un locutorio hasta que por fin a C. se le ocurre comprar un boleto de otro colectivo, que usará mañana (siempre es hoy) y llegamos a subir a un tercer colectivo que creíamos perdido.
Repaso la historia de estos días. Cuento lo que está bien.
Tenemos tiempo para merendar y me muestra un lugar nuevo del que seguramente me convertiré en habitué. Pedimos la merienda, un tostado (no almorcé) y voy al baño.
Cistitis.
También soy habitué. Hubo un año en que me daba cistitis una vez por mes. Recuerdo haber ido a Ciudad universitaria a dar un parcial del CBC y tener que pedirle al taxista que por favor pare en un Mac Donalds y me espere, tengo que ir al baño.
Empiezo a tomar agua. A veces, varios litros en un par de horas alcanzan para que no avance.
Me voy de la facultad. Tengo que estar en mi casa. Otra vez sin monedas, compro un agua en un kiosco y pronto llega el colectivo. Tomo 750 cm3 de agua y llego a casa corriendo, maldito ascensor que tarda tanto en llegar al piso trece, maldito, maldito, ¿cuántas veces puedo maldecirte hasta llegar?
Llego, abro, tiro la mochila pero no me saco el abrigo. Mierda, cómo arde. Pienso en la culpa, ¿me lo merezco?, qué judía y psicoanalizada que soy, es apenas una irritación, basta de buscar razones. Lleno la botella de agua de 750 para controlar cuánto tomo. No tardo en terminar la tercera botella mientras intento leer en un Manual de Guión el capítulo sobre Conflicto.
Quiero mandar un mensaje. Sigo leyendo un poco más. Me pongo un punto. Llego hasta ahí y lo mando. Pero no puedo. Ahora que ya sé que quiero mandar un mensaje no podré concentrarme hasta enviarlo. Doy un par de vueltas, miro por la ventana y decido qué cenar. Escribo el mensaje. Enviar. Suena el teléfono.
Por un momento me siento mejor, pero empiezo a cocinar y debo interrumpir la tarea cada cinco, dos y siete minutos para ir al baño. Arde, arde, tomo agua pero arde. Ya pasaron tres horas y cinco botellas de 750. Quizá deba ir a la guardia.
Papá, tengo cistitis.
Termino de cocinar, ceno y me pasa a buscar. En la guardia dicen todo (absolutamente todo) lo que espero escuchar: un análisis de orina que estará el miércoles y mientras tanto un antibiótico. Sonrisita irónica al médico. Me llevo la receta. Mando otro mensaje. Suena el teléfono.
Como no puedo dormir, pongo una película en la computadora, una que ya vi, una que me distraiga mientras esté despierta y que después me duerma. Dormida pienso en que alguien debería llevarme a upa a mi cama. Me pienso suspendida en el aire, cuidada por unos brazos que también me acuestan y me tapan. Me acuesto y me tapo. Apago la luz.

jueves, agosto 17, 2006

 
La palabra de estos días es equipo.
Formar equipo. Pareja equipo.
Y están ellos dos, I y P, la licenciada y el ingeniero, como para ponerlos en la mesa de luz y mirarlos cuando no se sabe bien cómo seguir.
Creo que ni siquiera son muy parecidos. Que sus afinidades pasan por todos aquellos lugares que no son los más obvios. Que su equipo no se hizo en una semana ni en cinco meses. Pero que hoy, varios años después, es difícil no pensarlos juntos, en sus encuentros y diferencias.
Recuerdo a otros amigos que también son equipo. G y F. Los vi de cerca aún sin haberlos visto tantas veces. Se conocieron a fines de sus veintipico, después de que cada uno viviera una década de separaciones y despilfarros. A veces se matan. Les dicen los osos. Cuando cada uno vivía solo decían que cada casa tenía sus desventajas y ventajas, que lo bueno de cada departamento encajaba justo en lo que el otro no tenía. Disfrutaban de estar aquí y allá (a veces debían estar obligados en uno de los lugares, cuando él me prestaba su departamento). Ella médica y él profesor de física. Los dos tremendos lectores. No hacían lo mismo. No eran iguales. Pero encastraban como piezas que ni siquiera eran perfectas.
Hice el video para su casamiento. Junté las versiones de cómo se habían conocido. Una fiesta. Muchos tragos y quizá otras sustancias. Los presentaron, se fueron juntos. No me acuerdo si a la casa de ella o a la de él. Alguno vomitó. Tampoco recuerdo si ella o él. El otro lo cuidó, limpió lo que había que limpiar, lo hizo dormir. Se levantaron juntos a la mañana. Brutal intimidad develada para una primera noche. Se casaron cuatro años después en una fiesta que sólo podría haber sido la fiesta de ellos dos.
Equipo, intimidad, cotidianeidad, y tiempo, mucho tiempo. Son las palabras de estos días.

miércoles, agosto 16, 2006

 
Es septiembre cumplo un año de inestabilidad y recién me di cuenta ayer.
Una inestabilidad pretendida estable barrió de forma casi irrespetuosa con cuanta persona veía en mí a alguien solvente. Sigo eligiendo arder a durar, pero quizá es momento de que las cosas se tranquilicen un poco, de abandonar los intentos de etiquetar relaciones que sólo vienen a romper etiquetas.
Ayer escuché todas cuestiones acertadas, pero incluso decir tenés razón resultaba demasiado doloroso.
Fuego artificial. Se ve precioso pero se desvanece rápido. Es fuego, sí. Artificial.
Lo único que puedo anunciar ahora es: Cuidado. Wet floor. Podés resbalarte.
Y que quiza sea el cuidado, por una vez el cuidado, lo que permita plantarme en otras bases.

lunes, agosto 14, 2006

 
Me veo mal en todas las fotos. Mi analista intenta convencerme de que no estoy loca, que simplemente la necesidad de creer me llevó a una cosa, y la lucidez, o la crítica despiadada, a la decisión final. Las cosas cambian a la velocidad de la luz, no tengo tiempo de armar los relatos. La necesidad de creer en algo se corporiza en formas diversas porque no creo en nada. En el medio me pregunto por eso de ser buena o mala persona, y la única respuesta, la etiqueta que llevo, es 100% autenticidad.
Vivir sin creer es complicado, entonces fabrico ilusiones.
Colchón de plumas bajo un cielo estrellado, una noche de calor.
Me alimento de las ilusiones hasta intoxicarme.
Ahora voy a probar la modestia y la privacidad. Pocas aspiraciones y capacidad de asombro. No hay que armar relatos para salir a contar. No son necesarias las garantías ni los plazos largos.
El deseo es innegable. Su ausencia también.

 
El sábado este blog cumplió un año.
Un buen motivo para celebrarlo es confesarme este martes, a las 20 hs.
en el Centro Cultural Ricardo Rojas.


Confesionario. Historia de mi vida privada
LA VERDAD Y TODAS SUS VERSIONES
Martes 15 20 hs
Entrada gratuita Sala Sosa Pujato
Leen sus confesiones: Romina Paula - Guillermo Martínez - Marina Kogan.
Coordina: Cecilia Szperling.
A todos los que pasaron con sus lecturas y comentarios, durante todo este tiempo, muchas gracias.

viernes, agosto 11, 2006

 
Mañana a las doce clase de yoga, a las dos y media el comienzo del curso de estructuras narrativas, volver al cine para darme cuenta de que hice todo mal, para tachar y reescribir, y en el cine ver Volver, la alegría de que haya una de Almodóvar en cartel, como los manjares que no sé si atacar apenas me los dan o hacerlos durar, saber que está en el cine, disfrutar primero de eso, de que en cualquier momento puedo caminar las seis cuadras hasta el abasto, sola o acompañada o sola y acompañada, para entrar una vez más a escuchar las voces del que mejor escribe y más lindo filma. Sí, prefiero cultivar la tentación antes del atracón, y después quedarme saciada mirando en casa las pelis que ya vi, Hable con ella una vez más, o releyendo partes de esos guiones que tanto me gustan.
Más tarde quizá una fiesta y un domingo tranquilo. El primer día del niño que mi sobrina Clara disfrutará con conciencia y mi ansiedad por darle ya el regalo y ver brillar sus ojitos hasta que se desdibujan en el abrazo que nos damos siempre.
Y tener que escribir, porque el texto no está listo y el martes me confieso.
Quizá porque el texto de las confesiones no se puede terminar,
porque no hace más que escribirse todo el tiempo.

jueves, agosto 10, 2006

 
Uno, dos, tres, cuatro... por primera vez en mi vida cuento números -ovejitas hubiera sido intolerable- porque no puedo dormir. Son las cuatro, hace tres horas y media que doy vueltas. Me muevo, pataleo, hace un rato me levanté a tomar un té, odio los ronquidos, me duele la garganta, la fiebre de ayer ahora es puro moco, mi casa me parece un desastre, todo está sucio, las sillas rotas, la ropa desordenada, todo me parece mal. Cuando ya no se qué hacer me pongo a contar sin creer que vaya a funcionar. Ya probé antes con la relajación aprendida en yoga pero no dio resultado. Cuento, llego enseguida al número cien pero después me cuesta seguir. De pronto un número se vuelve imagen o referencia a otra cosa. Empiezo a interesarme en cómo de pronto dejo de contar y paso a otra escena, como un estadío previo al sueño. Entonces vuelvo a empezar para comprender el procedimiento. Me pasa lo mismo una y otra vez, llego al cien, un poco más o un poco menos, y de pronto aparece otra cosa. Recupero la nitidez de la cara que antes veía borrosa y me alegro, quería verte, pienso, y vuelvo a empezar a contar, y vuelvo a distraerme sin saber cómo es que llego a esa distracción. Después de varias veces logro dormirme pero no relajarme. Duermo pensando por fin estoy durmiendo, pero no puedo soñar, sólo pienso que duermo mientras duermo, y cuando me despierto otra vez intento seguir, sin abrir los ojos, en la misma postura, volver a contar, recuperar esa cara, volver a dormir, despertarme otra vez, todavía es de noche, quiero que sean las ocho, bañarme y salir, salir rápido, ¿hablar? más tarde, en otro momento, pero no clarea, y no puedo dormir. Odio los ronquidos y mi casa me parece un desastre. Ayer la fiebre, ahora el resfrío, mañana la ansiedad y el deber de comunicar lo que para mí se hizo claro hace un rato, claramente cruel, inevitable, insostenible, mi vida qué, un ataque de fobia.

miércoles, agosto 09, 2006

 
George Bataille, La felicidad, el erotismo y la literatura.
Felicidad se refiere, no menos que al estado durable, al instante (cuando decimos "estoy en el colmo de la felicidad"). Y nadie puede impedir que la palabra se emplee libremente en los dos sentidos. Sólo quiero tratar de mostrar la necesidad de negar el sentido del instante desde el sentido de la duración (la necesidad es la misma en el sentido contrario). Quien aspira a la felicidad en la duración no puede hacer ingresar el instante en la cuenta: el valor se sitúa para él en la adquisición de los recursos y su gasto sólo interesa en la medida en que es favorable a la duración de la felicidad. Recíprocamente, la duración ya no importa dentro del valor del instante. El instante es arrojado por la razón al infierno de la angustia. Sin duda que el interés del instante mismo no puede desaparecer totalmente cuando optamos por la duración. Pero si así fuera, es a pesar de la intención deliberada. Lo que subsiste del instante en esas condiciones no es su máximo valor y nunca es su propia afirmación. La felicidad positiva o el gasto se limitan a sus modalidades anodinas y nunca pueden ser reconocidos como lo que son.
A partir de allí, lo que para el hombre tiene mayor sentido, lo que más fuertemente lo seduce, el momento extremo de la vida, en razón de su carácter costoso es definido como un sinsentido: es una trampa, un momento que no debería acaecer; es la animalidad obstinada del hombre al que su humanidad consagra al mundo de las cosas y de la razón. Así, la verdad más íntima habría caído en una oscuridad odiosa e inaccesible.
(...)
La duración sólo sugiere tristes compromisos: su débil atracción es tanto más limitada cuanto que la angustia misma es atrayente. Pero la preocupación que tenemos por preservarla precipitó nuestros momentos más íntimos en una especie de monstruosidad, en la caída. Lo cual no quiere decir que esos momentos hayan perdido su valor fundamental, sino que el valor fundamental ya no es humanamente accesible al mismo nivel, porque ahora tiene aspecto de vergüenza monstruosa y no tenemos conciencia de ello.
(...)
Pero no solamente aumenta nuestro miedo debido a que el peligro nos tienta: la resistencia de la angustia incrementa la intensidad de la felicidad si terminamos por ceder.

martes, agosto 08, 2006

 
Intento escribir buenos diálogos, hasta que leo las transcripciones de Pola y comprendo todo.

 
Un chocolate temprano a la mañana me hace acordar a los amores de primaria, los secretos bien guardados a sabiendas de todos, la complicidad de los demás en un silencio que acompaña las cartas que van y vienen, los acercamientos en el recreo, las excusas absurdas para llamar a una compañerita y averiguar si hoy viene o si tiene gimnasia en el campo de deportes y entonces se queda allá.
Descubrir secretos de otros en una oficina agónica puede ser tarea apasionante. Develar intenciones, interceptar miradas. Si corriera la noticia todos diríamos "ahhhh, era obvio". También están los que ya preguntan o más bien afirman, los que no soportan permanecer en la ventaja de la observación de algo que, evidentemente, sí es obvio.
Prefiero observar y sacar conclusiones. Observalos mirar y comentar. Observar el juego de los compañeros que no supieron esperar a la primavera, porque cuando llegue la primavera, en esta oficina quizá ya no quede nadie, sólo sobres vacíos, envoltorios de chocolate, y algún archivo guardado, de un historia secreta mucho mejor que las otras historias que se cuentan (que es mi trabajo contar) acá.

domingo, agosto 06, 2006

 
A quién dedicás tus posts...
Porque, ¿no están todos estos escritos dirigidos, como misiles?
Pero, acaso, ¿no dedicamos todos, hasta los más pequeños actos de nuestras vidas?
Distracción Masiva
Sábado a la tarde congreso de literatura, o no, cierto, congreso de políticas culturales, un congreso, decía, y yo aquí, gestos de las mujeres que no quiero ser, el resguardo del mundo infantil, el placer de la literatura dónde, y yo aquí pensando sin poder dejar de pensar que ayer qué.
Congreso tan lejos de cualquier libido picardía perversión, sólo versiones manifiestas, fantasías escondidas, todo ordenado, tanta escucha en silencio, mientras por dentro la voz que habla, la voz que grita y suena en mis huesos.
Mujeres de cuarenta cincuenta, mujeres que no quiero ser. Qué les importa de verdad a todos aquí, qué tendría que pasar para la catástrofe, cómo llegar al desorden natural, el mundo de dionisio. Pensando sin poder dejar de pensar que ayer qué.
El caos, el desastre, la voluntad de saber
cómo es estar ahí
en esos brazos.

viernes, agosto 04, 2006

 
En estos días escribo escenas de infancia y de adolescencia. Recupero los recuerdos desde el relato o desde la memoria que tengo de ciertas fotos.
Escribo, también, escenas que no están en fotos ni en relatos previos. Tampoco en la memoria sensorial. Entonces la certeza de que esas cosas pasaron se vuelve apenas sospecha. No estoy segura de que eso haya sido así, no estoy segura, por momentos, ni de que haya existido.
¿Ese beso en 1990? ¿Esos deseos de entrar al teatro Colón? ¿Esos llamados?
Entonces abandono la memoria. Me entrego a la posibilidad de narrar, sin tener que saber todo el tiempo si sí o si no.
La verdad en primera persona se vuelve ficción.

martes, agosto 01, 2006

 
Tu encuadre, apenas de perfil, el marco de los lentes, cuatro filas más adelante y varios lugares más a la derecha que yo, sella lo definitivo.
El otro plano, de frente, 16:9, me ve a mí allí donde estaba y con quien estaba, y hace a lo mismo.
La salida es desencontrada y el gesto cabizbajo.
Verse no es lo mejor. No necesitamos todo el tiempo la confirmación de que ya no estamos juntos.

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...viene a mojarse los pies a la luna...

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