George Bataille, La felicidad, el erotismo y la literatura.
Felicidad se refiere, no menos que al estado durable, al instante (cuando decimos "estoy en el colmo de la felicidad"). Y nadie puede impedir que la palabra se emplee libremente en los dos sentidos. Sólo quiero tratar de mostrar la necesidad de negar el sentido del instante desde el sentido de la duración (la necesidad es la misma en el sentido contrario). Quien aspira a la felicidad en la duración no puede hacer ingresar el instante en la cuenta: el valor se sitúa para él en la adquisición de los recursos y su gasto sólo interesa en la medida en que es favorable a la duración de la felicidad. Recíprocamente, la duración ya no importa dentro del valor del instante. El instante es arrojado por la razón al infierno de la angustia. Sin duda que el interés del instante mismo no puede desaparecer totalmente cuando optamos por la duración. Pero si así fuera, es a pesar de la intención deliberada. Lo que subsiste del instante en esas condiciones no es su máximo valor y nunca es su propia afirmación. La felicidad positiva o el gasto se limitan a sus modalidades anodinas y nunca pueden ser reconocidos como lo que son.
A partir de allí, lo que para el hombre tiene mayor sentido, lo que más fuertemente lo seduce, el momento extremo de la vida, en razón de su carácter costoso es definido como un sinsentido: es una trampa, un momento que no debería acaecer; es la animalidad obstinada del hombre al que su humanidad consagra al mundo de las cosas y de la razón. Así, la verdad más íntima habría caído en una oscuridad odiosa e inaccesible.
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La duración sólo sugiere tristes compromisos: su débil atracción es tanto más limitada cuanto que la angustia misma es atrayente. Pero la preocupación que tenemos por preservarla precipitó nuestros momentos más íntimos en una especie de monstruosidad, en la caída. Lo cual no quiere decir que esos momentos hayan perdido su valor fundamental, sino que el valor fundamental ya no es humanamente accesible al mismo nivel, porque ahora tiene aspecto de vergüenza monstruosa y no tenemos conciencia de ello.
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Pero no solamente aumenta nuestro miedo debido a que el peligro nos tienta: la resistencia de la angustia incrementa la intensidad de la felicidad si terminamos por ceder.
...viene a mojarse los pies a la luna...