Ayer caminé desmoronándome por el día, revoleando los brazos para lograr agarrar todo lo que parecía inaccesible. Y todo parecía inaccesible, incluso aquello que ya tenía conmigo, que parecía estar allí bajo un control que apaciguaba ansiedades. Un par de textos para leer, otros por escribir, una persona, tareas pendientes. El sueño de estoy desnuda y no puedo alcanzar nada de todo eso que va tan rápido. El capricho de querer todo ya y que lo sólido se desvanezca hasta dejar huérfano mi deseo.
Hoy desperté de pie. Camino bajo el sol un par de cuadras, temprano a la mañana. Hoy tengo ganas de volver a casa. Hacer las compras, ramo de flores, tener listo un vino rico. Más tarde: un posible encuentro con el pasado que me ayuda a recuperar algunas bases. Todo eso es mi propio patrimonio. Esa historia. Como una columna vertebral que ordena algunas cuestiones en medio del caos.
Me gustaría una escritura no tan blanca. Pero voy a concentrarme en lo blanco hasta que cambie de color por su propia saturación. Él dice que escribo lindo pero me gustaría sorprenderlo con violencia. Es que me gusta su gesto sorprendido. Su cara de no sos tan blanca. Me gusta este juego de mil facetas: justo cuando parece que veremos un atardecer tranquilos, se desata un huracán. Ahí no soy ni una ni otra, ni así ni asá. No necesito elegir una de todas las vetas. Hay lugar para todos los colores. Pichona y leona, yo también puedo consolarte cuando necesites. Vení, probá.
Voy a derrumbar tus certezas.
...viene a mojarse los pies a la luna...