En estos días escribo escenas de infancia y de adolescencia. Recupero los recuerdos desde el relato o desde la memoria que tengo de ciertas fotos.
Escribo, también, escenas que no están en fotos ni en relatos previos. Tampoco en la memoria sensorial. Entonces la certeza de que esas cosas pasaron se vuelve apenas sospecha. No estoy segura de que eso haya sido así, no estoy segura, por momentos, ni de que haya existido.
¿Ese beso en 1990? ¿Esos deseos de entrar al teatro Colón? ¿Esos llamados?
Entonces abandono la memoria. Me entrego a la posibilidad de narrar, sin tener que saber todo el tiempo si sí o si no.
La verdad en primera persona se vuelve ficción.
...viene a mojarse los pies a la luna...