Todo se puso más difícil y doloroso de lo que habían anunciado. Del miércoles a ayer, seis médicos distintos cada uno con su diagnóstico y su remedio. Dos o tres días y te sentís mejor. En dos o tres días conocí dolores que nunca había sentido, dificultades para cuestiones cotidianas de las más básicas y la obligación de no hacer ciertas cosas que vengo cumpliendo desde hace ya muchos días sin ninguna buena consecuencia.
Mientras, la ventana de mi casa devela intimidades y pese a ser la intimidad que sucede en mi casa, puertas adentro, entiendo los argumentos de quien prefiere no ver. Una cosa provoca otra, el domingo al mediodía me supera, hay sol pero angustia, así que vengo a casa de mis padres cuando comprendo que son ellos quienes tienen que cuidarme.
Sueño cosas rarísimas. Espacios gigantes en los que no me ubico. O escribir una crónica con delineador rojo en una copa de vino, a falta de papel, en un tren español, después de llamar a mi amigo (¿pedirle socorro?) por un walkie talkie de esos bien viejos. No está mal como imagen. La anoto.
Por momentos, cierto dejo de incertidumbre. No estoy acostumbrada pero creo que es mejor así. No me fue bien en las últimas experiencias que no dejé libradas a la duda.
Quiero verte curada, bailando como esa noche.
...viene a mojarse los pies a la luna...