Lolamaar

viernes, junio 30, 2006

 
14.43. Guatemala y Araoz. Salir corriendo de la casa de mi hermana para volver a la oficina. En la calle, poca gente que de a poco sale a calle y cada vez son más. Todos en silencio. Algunos chicos desde algún balcón gritan alemanes putooooossssss. Caen papelitos sobre los papelitos que ya están en el piso. Caen lento, a ritmo perdedor, con nostalgia de la esperanza de que podíamos ganar. En la calle, sigo en la calle, pero más cerca de la oficina, sigue el silencio, un silencio de respeto, un silencio compartido. De a poco más gente. Camisas tapan camisetas transpiradas. Otras camisetas se ven. Gorros en la mano, en la misma mano que los maletines.
En un balcón de un primer piso, tres hombres jóvenes, en silencio, fuman cada uno un cigarrillo. El del medio me mira y creo que lo conozco. Un gesto, un estamos todos en la misma. Sigo caminando, ya por Santa Fe, y sonrío ante una cola de diez mujeres que esperan ser atendidas en un pago fácil. En la calle hay más mujeres que hombres. Ahora son tres las que veo en un kiosco y creo conocerlas y las conozco, pero miro hacia otro lado para no saludar. Una pareja con uniforme de colegio secundario camina en silencio. Él, además de su mochila en la espalda, lleva en la mano la cartera de ella. Con la otra mano, su mano. A dónde irán. De a poco, más gente. Siguen siendo más mujeres. Dos hombres barren la puerta de un boliche, miran para abajo. Todavía no hay comentarios. Empezarán después, cuando llego a la oficina y el portero me cuenta lo triste que está.
Ya en el primer piso, acuerdo con las conversaciones que ante todo apoyan al técnico y a los jugadores. Ante la derrota, digna derrota, y ante todo, el respaldo de los que desde acá sabemos que se hizo todo.

jueves, junio 29, 2006

 

Contra la muerte

Alguien se muere, me impresiono y pienso en eso y en tantas otras cosas. Pienso con nostalgia de cosas que ya pasaron y también de cosas del presente. Pienso en la comunicación con ciertas personas. Con otras. En los que hablan y los que no hablan. En lo que yo digo, a veces con abundancia. Y como todo es cine, me acuerdo de Corre Lola corre. Creo que en esa película (¿o en Soy Linda? con la misma actriz), la protagonista aprende que siempre, cuando se despide de la persona que quiere, debe decirle "Te quiero". Que no está demás, y que después no se sabe.
La muerte no me hace justificar todo lo que en estos días me parece injustificable, pero me permite balancear lo que parece grave de lo que no lo es tanto. Lo que es injustificable, sigue así, pero no voy a quedarme con las ganas de decir "Te quiero" cada vez que me parece decirlo.

 

Viajar con google

Cuando volví a casa, con la felicidad del diez en Argentina II, y con el deber y la fiaca de preparar una exposición para mañana, después de no hacer nada durante un rato largo y cenar leyendo un poco, recordé que en el google earth no había buscado, todavía, la ciudad de Neuquen y el edificio de la calle Neumann. Antes, hago otra parada en el sur, y después voy para el oeste. Ubico el Monumento a San Martín, las diagonales, busco el Río Limay para ubicar el sur y por contraste irme al norte, a la barda, a la Universidad del Comahue, a la cortadita calle Neumann.
Sigo los tonos marrones, encuentro la rotonda por la que A. se iba todas las mañanas a trabajar, y ahí veo el edificio, el techo negro, los ladrillos, el último y el único edificio de la calle, bajito, junto a la barda, como en un páramo de tierra que me cegaba los días de viento (esos vientos).
Bajo un poquito por la Av. Argentina y encuentro el supermercado Topsy. Por la diagonal ubico pero no veo el cafecito donde charlaba con Mercedes cuando tenía que hacer tiempo, la escuela de música, algunos edificios de algunos amigos.
Me di cuenta de que hace dos años y medio que no voy a esa ciudad que visitaba cada dos o tres semanas. Volvieron olores, el viento en la cara, los besos a la mañana cuando A. se iba a trabajar, la sensación de estar sola en su casa, las caminatas sola por la ciudad, el temor de encontrarme a su ex mujer, el frío, el clima seco que hace de mis rulos pelo lacio, la luz de la casa (igual que en mi casa, ahora), todo ese amor.
Google earth, una magdalena perdida en el 2006.

miércoles, junio 28, 2006

 

Conclusiones

Mientras estudio y tomo mate, veo cómo vuela la ropa de la pareja que vive frente a mi edificio.

A las tres de la mañana, suelo despertar por los gemidos de la novia de mi vecino el peruano.

Creo que me estoy volviendo un poco tradicional.

martes, junio 27, 2006

 

El show de Tevez

Cuanto más bruto es, más lo quiero.
Les dejo fragmentos de la conferencia de prensa que dio con Messi hace un rato (quien se lama Lionel y a quien Tevez no deja de decirle Leo).
¿Sos el jugador del pueblo?
Tevez: Esta cagada se apaga...(por el micrófono) Primero, uno iba a estar pensando en si iba a estar entre los 23 jugadores, y después si uno iba a jugar. Así que siempre hay que esperar. Es difícil saber si uno es el jugador del pueblo. Pero hay que ser realista y sé que la gente me aprecia mucho, ojalá sea el jugador del pueblo.
¿Se le puede ganar a Alemania? ¿Qué tienen que hacer para lograrlo?
Tevez: Huevo. Hay que poner huevo, ser valiente. Nos van a querer pasar por arriba y nosotros no los tenemos que dejar.
Si hay que definir por penales, ¿piden patear o esperan que Pekerman los designe?
Tevez: Yo le apunto a la cabeza al arquero, si lo yerro lo yerro (dale, es obvio que no dijo "yerro", que a lo sumo dijo "si le erro, le erro..." y que esa corrección viene del periodista de Clarín). Que el arquero se quede sin algo por lo menos, sin cabeza, sin estómago, no sé...
¿Cómo es tu relación con Lionel?
Tevez: Con Leo cada vez nos vamos haciendo más amigos. Es una persona que yo admiro mucho, que lo entiendo. Que los periodistas y la gente lo presionan, y que él se tiene que divertir, cortar cuando él quiera, hacer goles cuando él quiera... Se tiene que divertir.
¿Van a ser visitantes? (el periodista también... qué pregunta, ¿no?)
Tevez: A mí me gusta jugar con la gente en contra para que nos puteen un poquito. Y ahí es donde los grandes jugadores se muestran y donde se hacen los grandes jugadores. Ahí es cuando uno se agranda.

 

Balbuceos

Intento escribir algo, entonces pienso ideas que lleno con palabras pero que terminan por desdibujarse cuando empiezo a escribir. Pienso en mi sobrina cuando habla claro y cuando, cansada o con ganas de jugar, vuelve al balbuceo de cuando era todavía más chiquita y dice blablablablabla, para después reirse, porque sabe que puede hablar mejor, que dispone de palabras y expresiones precisas, como cuando levanta el teléfono de juguete y dice: ¿hola? ¿quién es? ah, bueno, chau.
Recuerdo los poetas norteamericanos, Pound y Eliot, el recurso de la máscara que tan bien me explicaron en la facultad hace un par de años. Esconderse detrás de una careta para no hablar de uno o para decir lo que no se puede decir, y que sí, habla de uno. Yo no puede hablar entonces se esconde detrás de otras voces que dicen otra cosa, aunque todo el tiempo se dice lo mismo, y entenderlo sólo es cuestión de interpretación.
Ayer me fijé en la revista del cable qué películas daban. Nada atractivo. En el zapping encontramos el final de El diario de Bridget Jones (la uno) y compruebo que no estaba anunciada. Pienso que ahora podría ser el blog de B.J y después pienso que mi ocurrencia es una estupidez. No es la película romántica que más me gusta, aunque menos mal que al final B.J le dice que no a Hugh Grant (se dilata demasiado el final de la película). Falsa lucidez igual, tener al tipo tirado en el piso, ese que te gusta hace tanto tiempo, golpeado por el otro tipo que te gusta, y decirle no, ¿sabés qué? sos muy egocéntrico.
Cosa de películas, esa lucidez.

viernes, junio 23, 2006

 

Por dios que empaten

Llego a casa algo ansiosa. También hambrienta, pero como llego más tarde de lo que pensaba no hay ningún almacén abierto y debo conformarme con lo que hay. La ventaja de ser buena cocinera es la posibilidad de hacer algo rico con lo que encuentro (si así fuera en el resto de la vida sería más exitosa, o más mediocre). Queda algo de arroz y unos restos de pollo crudo, congelado, que no usé cuando hice aquellas pechugas a la plancha. Sale un arroz con pollo (y azafrán, of course), y para dormir bien abro un vino que hoy regaló mi hermana y al que le calculamos, en la heladera y sólo para mí, duración hasta el lunes, si logro taparlo bien.
Es decir, ahora un poco... un poco... (una copa y me relajo. Si así fuera en el resto de la vida, sería más exitosa, o más mediocre), sentada frente al monitor, testigo de la última noche de amor que viven enfrente, los otros.
Pero qué iba a contar, qué iba a decir... No era sólo el amor de los otros ni tampoco el menú improvisado, sino que... ¿qué? ¿Que escucho Spinetta? ¿Que leo la novela sobre la que el escritor espera comentarios? ¿Que Cortázar y Platón un solo corazón?
Ay, no me acuerdo.
Que quizá, tanto votar por el empate me conduzca a la victoria que aún desconozco,
y de que todos modos, lejos de ser(me) gratuita,
el empate es una excusa para el eterno conflicto del que no puede
o quizá no sabe
decidir.

miércoles, junio 21, 2006

 

Notas al terminar un parcial

La comunidad de estos días: Cortázar, Platón y Peter Brook. Reunidos en seis hojas que acabo de terminar de escribir. Otras dos novelas esperan en la mesa de luz. Un escritor espera comentarios. Los efectos de la comunidad: escribir mails como los que escribo y creer, otra vez creer, que se puede salir del automatismo cotidiano. Cosmovisión cortázar y volver a los dieciseis. La misma credulidad y algunas ilusiones. Pero en frente, el amor de los otros. Entonces la ilusión del amor apasionado se abre como una tangente, cada vez más abierta, más lejana y más adentro, hasta que me doy cuenta de que está en casa y que a veces también puede ser así, decir que me ama y otros signos en los que veo que quiere hacia adelante. Cuestiones prácticas, ya sé. Pero qué lindo fin de semana.
En ese cuento pude ver la caverna en la platea del teatro. La caverna, en este cuento, no sé.
O será que mientras tanto, la vida sigue, y podría seguir así, siempre, ¿mejor? (no creo), sin alteraciones.
O será que esto de leer y escribir sobre Cortázar me tiene así, pensando en los pasajes que puedo atravesar para verte.

domingo, junio 18, 2006

 

Sueños

Mi departamento estaba listo para que me mudara. Estaba todo pintado, todo limpio, algunas cosas mías en el lugar, y el proyecto. Mi casa nueva y toda la alegría del mundo. Cuando suena el timbre porque me vienen a avisar. Que me equivoqué, que esta casa que creía mía no es la realmente mía. Que hubo un mal entendido y que tengo que correrme a la de al lado, igual, pero invertida.
Me desinflo, no sé cómo recuperar toda la energía puesta en este lugar para hacer lo mismo en la casa de al lado. Qué tanto, pienso, si es igual, pero invertida (acá está la clave, vamos, lo sé) me puedo quedar acá. Pero no es lo mismo, y el deber insiste en que debo ocupar la que me corresponde.
Visito el lugar y aunque se parece, estar allí es por completo diferente. Y aunque intente simular que es lo mismo, no puedo engañarme. Camino por la casa donde debería sentirme cómoda, pero no.
Entonces, cuando recién me había mudado, y estaba lista para hacer la fiesta de inauguración, cuando por fin había llegado a donde quería estar, vuelvo a moverme,
igual, pero invertida.

sábado, junio 17, 2006

 

Como caramelos sueltos

Llené la casa de flores, sin ningún motivo.

Arrinconarme contra la estufa a mirar por la ventana este día gris, y aquel balcón.

Hoy lloré por vos.

Con la estufa encendida se empañaban las ventanas.
Hoy no alcanza el vapor para tapar los vidrios destemplados.

De fondo, siempre fútbol. Enfrente, el amor de los otros
y adentro, el arresto de un examen,
la condena de mirar.

jueves, junio 15, 2006

 

Como siempre, divina, y más

Fue arduo, pero llegó,
y está divina,
bien bien jugosa.
el interpretador
literatura, arte y pensamiento
www.elinterpretador.net

miércoles, junio 14, 2006

 

Entre hombres

Para S., querido.
Hace diez días, un domingo, fui con mis amigos S. y J.D a un billar donde S. se encontraba con otros amigos. No es la primera vez que soy la única chica en ese grupo. En febrero, S. me invitó a pasar un sábado en un barco junto a él y sus cuatro amigos con los que iba a pescar y disfrutar el día en el delta. Genial. Me acuerdo también de la noche en Nueva York, cuando salí con los tres brasileros y el chileno gay. Me gusta ser la única chica. La complicidad que no llega a ser grosería y que permite, por ejemplo, mirar a otras chicas con ellos, jugar al truco, mirarlos pescar, o cocinar el asado y no la ensalada. El día del barco el viento podía mucho más que la parrilla eléctrica. Recordé los asados que hacíamos con A. en bosques del sur y que entonces él tapaba la carne con un papel de diario.
Pensaron que estaba loca. Que el papel iba a quemarse o que la carne saldría con gusto a noticia de Clarín. En cambio, todo estuvo listo y riquísimo mucho antes de lo que pensábamos.
El domingo hace diez días fuimos al billar. Hombres de cinco a ochenta y cinco años jugaban al dominó, al pool, al ping pong, al billar, al burako, o simplemente miraban televisión (fútbol, claro). Mientras esperábamos que se liberara una mesa de ping pong jugamos al pool. Una performance digna pero sin brillos me permitió escuchar conjeturas acerca de un prode mundial al que varios se habían anotado. Me pareció obvio que era sólo para hombres. Pregunté si podía jugar. Claro. Cincuenta pesos y podés ganar mil. Cincuenta pesos por ser la única chica, y sin saber nada de fútbol, me parece bastante arriesgado. Quedé en pensarlo y al día siguiente dije que sí, luego de acordar con T. que jugaríamos juntos pero que iría mi nombre. Mitad y mitad, y si ganamos, también mitad y mitad. El amor y el dinero no se juntan esta vez.
Completé la primer grilla. T. la devolvió con correcciones. Luego yo la empapé de instinto femenino, y así la envié al coordinador de la propuesta.
No voy a hacer autobombo porque se me va a venir en contra. Sólo quiero decir que acerté (acertamos) esos empates por los que no apostó nadie.

domingo, junio 11, 2006

 

Domingo y yo

El domingo empieza casi al mediodía con un disco de Serú Giran que ahora a primeras horas de la noche vuelve a sonar. Dormir sola y recibir una visita al mediodía que se extiende durante la tarde. Volver a estar sola y ponerme a trabajar. Pasar correcciones, dejar el guión listo, también la sinopsis. Necesidad de ponerme en acción y retomar mis tareas. La casa, la música, en un rato cocinar y comer algo. Dormí mucho y dormí siesta, entonces también quiero leer. Voy a buscar un libro. Cruzo la calle, lo voy a buscar. Esta noche me dio ganas de leer ese libro que no conozco y de quedarme despierta hasta terminarlo.
Con música y sin otras voces.
La noche, despejada y fría.

miércoles, junio 07, 2006

 

Restos

A las nueve menos cuarto tomo el 39 para ir a la nueva casa de X. El colectivo es el mismo de siempre, pero hoy tengo que bajarme en la estación terminal. Paso por la parada donde me bajaba siempre y miro con atención la cuadra que caminaba para llegar a su casa anterior.
Ahora, él quiere que yo sea de las primeras personas en conocer su casa y pienso que quizá quiere, aunque no lo diga, que yo sea la primera en pasar una noche allí. Sé que no voy a pasar la noche. De lo demás, sé poco.
Minutos después de las nueve toco por primera vez el timbre del 3º B, de la calle JN al tres mil novecientos y pico. Tarda en bajar. La cuadra no es linda. Es oscura y bastante sucia. A pocos metros del edificio hay un mercado pequeño. Pienso que a X le viene bien tener un mercado cerca: no le gusta ir al súper.
Me abre. Beso en la mejilla. Subimos en silencio. La puerta de su casa no dice B. Miro y la del A no dice A, la del C no dice C. No consiguió una B larga para poner en la puerta, explica.
El living es amplio. La habitación también y hay ventanas en todos los ambientes. Los colores de las paredes quedaron bien. Se lo digo. Se alegra de que me guste. Lo dice y sé que se alegra en serio.
Lo miro y no sé qué decir. Podría no decir nada. La colcha de su cuarto no me gusta. Pienso que es vieja y le digo que tiene que comprar una nueva. Dice que es nueva. Se la regaló su papá.
Me muestra la cocina. Hablamos de muebles, de cubiertos, de cosas que se necesitan para montar una casa nueva. Camino, doy vueltas, miro, salgo al lavadero que es como un balcón. Me gusta la vista, es despejada. Recuerdo otra vista de otra época. Se superponen las épocas y las ciudades. Todo es pasado.
Pregunta si tengo hambre. Compró unas empanadas “caseras”. Lo dice como si preguntara si está bien y digo que está bien. Quiere abrir un vino. A él no le gusta el vino. Le digo que podemos tomar cerveza, pero él quiere insistir en probar el vino y lograr que le guste. Abrimos un bivarietal malbec-cabernet. En otro vaso coca ligth. Brindamos, no sabemos por qué. Por tu casa nueva.
X toma vino pero no lo disfruta. Se esfuerza. Se disculpa. Prefiere cerveza. Yo también, pero no quería entrometerme en su intento con el vino. Abre la cerveza, yo termino mi vaso de vino, lo enjuago y me sirve.
Terminamos, dejamos todo como está y vamos al living. Nos sentamos en la cama donde dormimos juntos durante tres años. Plaza y media donde logramos estar cómodos. Todos los objetos son los de su habitación anterior. La computadora, la biblioteca, la televisión. Los adornos también. Todavía parece un adolescente en un espacio de adulto.
Me muestra sus últimos videos. Yo por momentos no entiendo, tengo una mirada impermeable: no llega. No llego. Algo en los diálogos, o en esas imágenes... Yo no escribí eso, pero de algún modo sí. Y además, no dejo de pensar en X cada día, antes y después de filmar, en sus salidas, en las llamadas telefónicas o los mails enviados. Cada imagen que me muestra, me muestra que ya no estoy.

X me besa.
Nos besamos. Tímidos.
Abrir una puerta con cuidado, preguntar si se puede.
No sé si se puede. Yo nunca sé, pero dejo pasar.
Hablamos de otras cosas. Volvemos a besarnos.
Digo algo sobre nosotros y X se pone a llorar.
Pienso por qué todo. Por qué no. ¿Por qué no? Y la seguridad triste. No.

Igual vamos a su habitación. En la plaza y media quedan su pantalon y mi pollera.

Cuando va al baño toco sin mirar la caja de tres preservativos. Dos cerrados y el envoltorio vacío del que usamos recién. Cajita de tres completa. Ambivalente alegría que es alivio más que felicidad.

En la terminal de la línea de colectivos 39, pocos minutos antes de las dos de la mañana de un día miércoles, un borracho habla solo y si cierro los ojos su voz parece salir por una radio. Dos chicos esperan que salga el colectivo y uno, por celular, le avisa a alguien que en un rato estarán en Wilde. Imagino el recorrido, recuerdo que el 39 termina en Constitución. Los veo bajar allí para tomar el tren. Quizá me equivoco, no conozco de recorridos de tren ni las posibilidades de llegar a Wilde a las dos de la mañana. Pasa una persona que parece un hombre pero que resulta ser mujer. X habla de los personajes que esperan el 39 en la estación terminal.
Cuando llega el colectivo nos saludamos, sin saber hasta cuando, ni hasta dentro de un rato, ni hasta mañana.
Nos despedimos.
Me voy.

martes, junio 06, 2006

 

De cara a la luna

Quiero enviar un mail que ni siquiera escribo, así que empiezo este post. Desde el sábado, o desde antes, musicaliza Axel Krygier que cada vez me parece más genial. La salud cósmica cuidó que algunos nos encontremos allí el sábado y que otros no, para reservar otras posibilidades en des-armonía.
Las luces de los balcones están apagadas. Hoy también veo la luna pero está nublado, embotada en su aviso de lluvia que seguro se diluirá durante la noche.
Por la tarde, mi hermana cuenta que mi nombre cruzó ese nombre en la misma y breve conversación, en boca de casi una desconocida que nos reunió porque sí en el estudio de la calle armenia buscando vaya a saberse qué. De nuevo la salud cósmica. Y el mail que ahora no envío para contar esto que solapadamente sí cuento acá.
Por la noche, los cortos en el Rojas. Pasamontañas es, por suerte, el primero. Los demás son como para convencerse de que cuanto antes uno se va, mejor impresión se lleva. Las conjeturas sobre la selección nos dejan sí o sí mal parados ante semejante compañía de cartel. A la salida, valoro y acuerdo con la crítica de S. y por primera vez entiendo por dónde puede entrar la comparación con el otro corto, a la orilla. La voz de mi amigo me ayuda a distinguir lo que no me cierra y que por la subjetividad tan pegada al objeto no puedo ver por mí misma. Todo es precioso pero hay algo que... La tensión quizá.
Esa que, aunque no quiera, inevitablemente, no dejo de buscar y encontrar a cada paso.

domingo, junio 04, 2006

 
PASAMONTAÑAS
Lunes 5 de junio 21 hs.
Lunes 12 de junio 19 hs.

Centro Cultural Ricardo Rojas
Corrientes 2038

Festival de Cortometrajes
ENTRADA GRATUITA (una por persona)
Una hora antes del horario de proyección de cada día.

PASAMONTAÑAS llega a la calle CORRIENTES luego de haber ganando el 1º Premio en la 4º BIENAL DE ARTE JOVEN de Mar del Plata.


http://www.clarin.com/diario/2006/05/20/espectaculos/c-01301.htm

S I N O P S I S

1978 en Buenos Aires. ROCÍO (7 años) ve a su tío MANUEL esconder cosas en la casa de ella, donde vive junto a PATRICIA, su madre. Pese a no entender muy bien, ROCÍO percibe que sucede algo extraño y que debe guardar el secreto. Antes de despedirse, él le regala su gorro pasamontañas con el que ella inventa juegos nuevos. Cuando ROCIO pregunta, PATRICIA le dice que MANUEL está de viaje, pero ella sospecha que la ausencia es por otro motivo que no termina de comprender.


F I C H A
T É C N I C A

Guión y Dirección: Martín Turnes
Adaptación del cuento “El Pasamontañas” de Marina Kogan

Asistente de Dirección: Nicolás Faletty
Producción: Paula Martínez
Dirección de Fotografía: Manuel García Tornadu
Dirección de Arte: Moira Díaz
Diseño de Sonido: Nicolás Faletty
Cámara: Fernando Romanazzo
Edición: Raúl Pellucchi
Asistente de Fotografía: Emiliano Lubel
Sonido directo: Augusto De Antoni, German Fray
Eléctrico: Angel Frega


F I C H A A R T Í S T I C A

Alfonsina Videla Benzo
Mariela Roa
Luis Mancini
Cristina Dramisino
Florencia Luccini


sábado, junio 03, 2006

 

Valizas

Pone agua a calentar. Estamos por bañarnos y volcarnos agua calentada es lo único que podemos hacer para no tener tanto frío. Salgo un momento a buscar algo y cuando regreso el agua ya está lista y las velas encendidas. Ante mi sorpresa, él me besa y dice vamos a bañarnos.
Me echa agua, me alcanza el jabón. Después, yo lo ayudo a él. Se moja, le lavo el pelo. Nos quedaríamos horas pero el agua se termina. El balde de metal refleja la luz tenue. En la pared, nuestras sombras. Nos quedamos un poco más y después, cada uno su toalla para salir del baño.
Cocinamos unos fideos, la salsa rica como siempre, comemos y nos vamos a acostar. Afuera llueve y mañana nos levantamos temprano. Si está lindo vamos a caminar hasta Cabo Polonio.
Sobre el colchón, las dos bolsas de dormir. No hay sábanas y si hubiera no las usaríamos. La frazada sí. Ya acostados, a la luz de las velas, creo ver una araña en el techo. Hay una araña, ¿la matás? Él pregunta dónde y cuando la ve se levanta para matarla con su ojota. Allá hay otra, ¿ves? Y la mata. Después le pregunto si eso que está allá también es una araña y él dice que no pero igual pega con la ojota. Veo otra enorme. Él también la ve. Me da miedo dormir así. Él me tranquiliza, parece que ni siquiera le da asco. Sigue matando arañas. Entre las más chiquitas y las grandes contamos dieciocho. En la cama nos dormimos de la mano. No creo que a él no le haya importado que hubiera tantas arañas pero me gusta que diga que no, que las mate y que ahora me agarre para dormir.
A las siete suena el despertador. No me cuesta levantarme. Estábamos tan cansados que pese a las arañas dormimos bien. Me levanto y veo que el día está precioso. Es re lindo día, digo desde la cocina. Pongo agua para tomar algo antes de salir. Nos vestimos, desayunamos, preparamos lo que vamos a llevar.
Casi a las ocho salimos. Caminamos las dos cuadras hasta la playa y de ahí hacia la derecha. Dijeron que son siete kilómetros, por la arena. Se ve un médano alto que vamos a subir. El sol choca horizontal. Durante la mañana irá subiendo. Siempre que pienso en el movimiento del sol, recuerdo el texto de Nietszche, El crepúsculo de los ídolos, y la explicación de aquel profesor de filosofía del CBC: el sol del mediodía es el momento de claridad máxima porque no admite sombras. Ahí está la mirada del filósofo.
Caminamos. Estamos solos. A lo lejos vemos a otra gente que debe haber salido más temprano. Paramos para ponernos más protector solar, para sacar fotos, mirar el paisaje. La arena dorada y el mar cada vez más azul. Vemos una isla pequeña. Subimos el médano y lo bajamos.


Caminamos muchos metros por una orilla a la que llegan lobos marinos muertos. Son demasiados. Pensamos en las causas de la muerte.
Hablamos, cantamos y caminamos en silencio.
Sacamos más fotos en unas rocas y cuando volvemos a caminar nos damos cuenta de que él olvidó una de sus sandalias. Pero no queremos volver, nada es demasiado importante.
El sol sube y nos acercamos a Cabo Polonio. Son cinco horas de caminata tranquila, con algunas paradas. Nos alegramos al ver el faro y pronto nos encontramos con las primeras casitas que no resultan ser tan modestas como pensábamos. Pasa un actor conocido con su novia en topless. El lugar no tarda en ponerse cool, con la peor de las connotaciones.


Nos tiramos al mar y descansamos en la arena.
Besos al sol.
Comemos algo pero no queremos quedarnos demasiado tiempo. Cabo Polonio no es tan lindo como imaginamos. La comida es cara, hay olores extraños, y después de un vistazo preferimos la gente de Valizas.
Volvemos a los saltos en un jeep que nos deja en la ruta. Hacemos dedo después de averiguar cuánto sale un remise de regreso.

Nos levanta una familia y pocos minutos después llegamos al pueblo.

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...viene a mojarse los pies a la luna...

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