Lolamaar

martes, febrero 28, 2006

 

Dudoso envión

Ojos hinchados. Se termina febrero. La montaña rusa toma envión para salir. Empieza Marzo, el año, las clases y ese pensar de cómo pasa el tiempo. Pensar eso y entonces cómo estoy todavía acá, cómo me despierto así, si ya tanto... Y por otro lado, sí, cómo pasa el tiempo, y sí, ya estoy acá, y estoy acá porque pasó tanto. Me agarra el síndrome de verano poco productivo y pienso que debería valorar un poco: la mudanza, la preparación del proyecto del largometraje, no dejar de trabajar, lo lindo con él, las cosas nuevas para el depto. Pero pocos libros leídos, menos películas de las que quisiera. No sé. Hay días que me parece que mi vida es lo menos y otros días me parece genial. Los momentos de estar deprimida consisten en sentir que tengo todo por hacer y no saber por dónde empezar. Y en la casa ver que todo el tiempo se rompe algo, que nunca está del todo limpio, que no se termina de armar.
Todavía no me fui de vacaciones. Rindo un final el ocho y me voy a Mar del Plata el nueve. Por momentos tengo ganas, por momentos no. Es tramposo ir a ese Festival. No me alejo de nada. Voy sola pero está lleno de gente. Alrededor de eso, estos días tuve que pensar cosas y tomar decisiones que no pensaba que iba a tener que tomar. Voy sola. Me gustaría no ver a nadie. Me gustaría que el Festival de Mar del Plata sea el de Berlín. Tener que aprender todo de nuevo. Incluso el idioma.
Intentaré estar tranquila. Ver pelis, caminar, leer, escribir para este blog y algo para la revista. Tengo acreditación, así que debo hacerla valer. ¿Cómo controlar la ansiedad? Veré si tengo respuesta al regreso. No quiero imprevistos. No quiero apariciones ni planteos.
Debería ir todos los días a mirar el mar.

lunes, febrero 27, 2006

 
Lunes. Llueve.
Varios blogs de los que leo no actualizan hace tiempo. Otro blog parece que no va a volver actualizarse (Obelix, ¿te vas?).
Otro, ya sé que terminó.
Llueve,
y yo podría tener Todo, pero digo que no.
Armo el paño con retazos en lugar de abrigarme con la sábana de algodón suave que me ofrece.
¿Alguien puede explicarlo?

viernes, febrero 24, 2006

 

Días que se empujan en desorden

Se nota que son días de pocas palabras ¿no? La vida de quien estudia para un final (la parte de estudiar por ahora es sospechosa, pero prometo dedicarme el fin de semana) no es rica en anécdotas, y para las intimidades están los amigos. Movimientos van por dentro. A veces después del silencio viene un sismo, un maremoto. Hay silencios que anuncian algo. Cosas más cotidianas también: por ejemplo, en la oficina, antes de que suene el teléfono, sucede algo imperceptible, como la aspiración de la o aspirada del griego, y luego de eso recién el ring, que entonces ya no sorprende. No quiero ser pretenciosa. Creo que ahora no hay ningún anuncio. Sólo se trata de cómo evitar el aburrimiento sin llegar al terremoto. Inconformismo.
Me acuerdo ahora de cuando era chica y escribía diarios íntimos. Sólo hablaba de chicos. No de uno ni de dos, ni siquiera uno por momento. Estaba el que me gustaba de la escuela, el que me gustaba del club, el que me gustaba de inglés, el de la calle, el de las vacaciones, el del supermercado, y un etc. infinitoinsorportable.
Me acuerdo de eso y trato de pensar cómo es ahora. Cuál es la versión actual de esos diarios plagados de nombres y corazones atravesados por flechas de cupido. No sé. Es obvio que la vida ya no se trata sólo de chicos. Pero tampoco es eso. Otra vez no sé. Momento de aire. Mucho aire en el piso 13. Y algo de desorden, como bien titula mi amigo Rex.

jueves, febrero 23, 2006

 

Variedades

Cuando nadie deja comentarios en el blog uno se pone a pensar en los comentarios. Ciento cincuenta y pico de visitas y ningún comentario. Pienso pero no sé qué pienso. La cantidad de supuestos que uno pone ahí, en las respuestas de los demás, ni siquiera en lo que dicen, sino en el hecho de que haya o no respuestas. Los que escriben sin habilitar comentarios me parecen valientes. Esa es la conclusión.
Días raros. Ayer a la noche, los truenos, la lluvia, el cielo iluminado por relámpagos y yo estrenando la computadora (sí, finalmente la notebook) que le compré a mi amigo P a b l o. Por escribir algo escribí una entrada de un diario que es francamente impublicable. Está bien tener intimidad impublicable. Un diario no es lo mismo que un blog, ni aún lo mismo que un blog que hace de diario.
Escribí divagues un rato largo, tomé un té de boldo y me fui a dormir.
En medio de la noche, entre despierta y dormida, pensé en si no estaría de vacaciones, si pronto no tendría que volver a casa de mis padres. Pero no. Y está bien así. Muy bien.
Hoy a la mañana, entre sueños horribles, me quedé dormida. Nunca me quedo dormida. Unos minutos igual, nada grave. Me bañé, salí apurada y caminando por Salguero lo vi a él salir de un edificio, de la mano de una chica, también de la facultad. Esta vez él no me vio. Supongo que vive a la vuelta de mi casa. Podría ser ella la que vive allí, pero supongo que es él.
Los miré: él, la verdad, no es nada lindo, y su porte es aún peor; ella está bien. Caminaban de la mano, con cara de dormidos, en la vereda de enfrente y en dirección opuesta a la mía. Pronto los dejé de ver. Caminé las doce cuatras restantes en forma automática y en forma automática ahora estoy acá, por empezar el día y ponerme a trabajar.

miércoles, febrero 22, 2006

 

El amor es una cadena de desperfectos

Ayer, cuando volvía a casa, después de Todo, un hombre, que llevaba un bolso, empezó a caminar detrás mío, muy cerca. Me va a robar. Si quiere robarme le doy la cartera, que se la lleve y listo. Tengo nueve pesos y algunas monedas. No importa. Que me robe si quiere. Eso no importa ahora. Aunque quizá me mata. Puede robarme y matarme. Yo puedo darle todo y él puede matarme igual, ¿quién dijo que hay lógica o reglas de juego que se respetan en algún lugar?
Va a robarme y va a dispararme, o acuchillarme. Moriré desangrada, sí, acá, en Salguero casi llegando a Córdoba. Hay unas chicas adelante. Van a escuchar mis gritos. El tipo no podrá escaparse. Igual no importa eso ahora. ¿Qué importa ahora? Pasó Todo. Y este tipo va a robarme y va a matarme. Cada vez más cerca. Y yo cada vez más cerca de la avenida, en un estúpido consuelo de quien cree en la seguridad de la luz. El amor es una cadena de desperfectos. Una frase. Pienso una frase y el tipo va a robarme la cartera. Voy a mi casa sola. Voy a llegar y voy a estar sola. ¿El tipo va a matarme antes de que llegue a casa y esté sola? Quizá yo quiera eso. Quizá lo merezca.
Pero no. Llegamos a la avenida y él dobla, al tiempo que yo cruzo y sigo. No hay vuelta atrás. Voy a casa. A estar sola. Pasó Todo. El amor es una cadena de desperfectos.

martes, febrero 21, 2006

 

Qué feo...!


Leí esto y pensé que si yo lo recibiera, moriría de dolor.
(en lugar de, por qué no, identificarme con el remitente, en lugar de con el destinatario).

lunes, febrero 20, 2006

 

Rodaje fan

Domingo a tres de la mañana. ¿Ir a dormir? ¿Ir a una fiesta? Domingo a las seis de la mañana. Había que levantarse. Así que a las tres, a dormir y a las seis levantarse. Íbamos a ser extras en un capítulo de Soy tu fan. Así que a las seis, arriba, para salir a las seis cuarenta y cinco hacia un hotel de campo en General Rodríguez, donde se grababa el capítulo casamiento de Agustina (Violeta Urtizberea). Íbamos a ser extras y el plan era dudoso: podía ser lo más aburrido del mundo o lo más copado. Entre esa ambivalencia, fuimos. Cuando llegamos pregunté por mi amiga que trabaja en el programa y me dijeron que no había venido, que estaba descompuesta. Como pudimos, llegamos a un desayuno, tomamos algo, y pronto me dispuse a las manos y accesorios del peinador. A la maquilladora nunca llegué. Una productora preguntó si alguno podía hacer el time code, que es lo que mi amiga había hecho el sábado. Dije que sí. Mejor y peor. Pero dije que sí. Mejor porque ser extra por momentos es un embole y no suma nada. Peor porque trabajé todo el día. Mejor porque uno en esas oportunidades conoce gente. Y después no se sabe. Si nunca más o la semana que viene. Mejor porque estar atrás de cámaras es maravilloso. Peor por el malhumor que se genera a eso de las cuatro de la tarde, cuando ya pasaron como ocho horas de rodaje y faltan cuatro más, si es que se cumple con lo previsto. En ese momento todo parece insoportable.
Trabajar en ficción está bueno. Estar ahí para ver qué pasa cuando a un actor se le ocurre alguna genialidad es una de las cosas por las que pienso que tengo que hacerlo. Son pequeños momentos de iluminación. De pronto un actor hizo, dijo o movió algo y es genial. En el rodaje de “a la orilla” pasaba. Haber escrito algo que después un actor potencia con todos sus recursos es emocionante. Ver cómo eso que escribí en la compu de mi casa se hace carne y acción. En muchos otros momentos no. Tampoco vamos a decir que hay iluminaciones todo el tiempo...
Estar en un equipo técnico es divertido. Quizá se comparte la tarea con gente que nunca vi antes ni voy a volver a ver, pero en ese rato, con los que hay onda, se generan cosas, complicidades, códigos (si no hay onda puede ser un martirio como pocos). Es un tiempo fuera de tiempo que nada tiene que ver con la vida cotidiana. También suele haber histerias, gritos, discusiones. Pero igual, me gustan los rodajes.
Lo de los famosos y esas cosas... es efímero, dura un rato. Llegás y te llama la atención que esté tal o cual, o el novio de tal (que en este caso era Calamaro, muy tranquilito, por ahí, leyendo el diario, tomando mate, mimando a su chica cuando ella tenía un rato libre), pero después de un rato (quizá porque había buen clima) se pasa y todos estamos ahí, trabajando, tratando de llegar a filmar todo antes de que se vaya el sol.

sábado, febrero 18, 2006

 

Just Clara

Un año y cinco meses.

Pis
Cuenta mi hermana que en estos días de calor, cuando la dejó desnuda en la casa, Clara hizo pis en el piso y se acercó para avisar: "pis". Después se puso a limpiarlo. Otro día, pasó lo mismo. Empezó a hacer pis, dijo "pis", lo detuvo y recién rato después hizo lo que le quedaba.

Ahora estamos en casa de mis padres. Hace la mímica de limpiar el piso.
--¿Qué limpiás, Clari?--
--Pis.

Vocales
Clara aprendió a decir las vocales. Las digo y las repite.
Clara se ríe. Es una nena contenta.
Camina, corre y es toda luz.


El gatito
Vamos a mi ex cuarto a ver a Luna, mi gata.
--Hola, dice Clara.
La gata se asusta un poco.
Clara le hace "caricitas". La saluda con la mano. De pronto, en la mesa de luz reconoce una gato de madera que yo usaba para poner anillos.
--Miau..., dice ella.
Lo agarra y pone al lado de Luna, se ríe.
No hay algo más dulce que la carcajada de Clara.



Cuando D. conoció a mi sobrina (y ella tocaba la flauta, les juro que sopla y la hace sonar) dijo que era mucho mejor que en las fotos, mucho más genial que en el blog. "Es un ser maravilloso", dijo. Y les juro que sí.

viernes, febrero 17, 2006

 

El paso de los minutos



 

Sin palabras


No sé qué pasó
pero me quedé muda.

miércoles, febrero 15, 2006

 

Sintonía

Justo ayer hablamos de él, con Ariel. Almorzamos mirando la revista Caras, y deliramos sobre los machos argentinos ("todos los hombres heterosexuales argentinos están equivocados", dijo Ariel), hasta que hablamos de él. Le conté que lo veo siempre, que cada dos o tres meses lo cruzo en algún lugar de la ciudad: en el cine, en un bar, en la esquina de mi trabajo.
--¿Y?, preguntó Ariel.
--Y nada... eso, lo veo cada tanto, y me mira como que me conoce, pero nada.
--Boludaaaaaaaa -Ariel siempre dice boludaaaaaaaaaaaaaa- pero saludalo, decile que sos alumna mía, que trabajamos juntos.
--¿Tas loco? ¿Para qué?

Y así siguió la conversación, ya entrada en intimidades que no voy a develar.

Pasaron las horas, terminó el día laboral y me tomé el 160 para volver a casa.
Cuando me bajo, percibo que alguien me mira, y ahí está, era él!!!!! Yo me quedé muda, mirándolo. Las palabras de Ariel sobrevolaban mi cabeza pero todo terminó siendo como la escena de Sintonía de Amor, cuando Meg Ryan lo ve a él (Tom Hanks), del otro lado de la ruta/calle, y él la mira a ella. Ninguno de los dos puede decir nada, ella porque sabe que él es él (viajó desde Baltimore hasta Seattle para buscarlo) y él, porque aún sin saber que ella es ella, la ve tan hermosa que no puede hablar.
Esto último es bastante dudoso en mi caso, pero bueno, nos miramos con esa cara de "nos conocemos" (y sí, somos todos de Puán, tampoco todo es tan casual y tan amoroso) y al mismo tiempo dijimos "hola". ¡Hola y nada más que "hola"!
Esa noche, en Seattle, desde la habitación de hotel, Meg Ryan llama a su amiga, que quedó en Baltimore, y le dice
--¡Sólo pude decir hola! ¡Hola!

Y se siente una estúpida.
Yo seguí caminando, aliviada porque justo ayer la casualidad me encontró bien vestida.

Sintonía de Amor termina en el día de San Valentín, cuando el Empire State se enciende con los colores del amor y ella, que había renunciado a la cita, finalmente renuncia al compromiso con Walter, su novio ("Walter, I have to go") para ir al encuentro de Tom Hanks.
Un guiño para mí, que últimamente no creo en el amor ni en sus festejos.

martes, febrero 14, 2006

 

Libros públicos

Todavía no tengo biblioteca. El jueves, un flete (espero sea el último) traerá algunos muebles de la casa de uno de mis hermanos. El sábado tendrían que entregarme una mesa que mandé a hacer. Pero biblioteca todavía no. Porque no encuentro. Porque no tengo plata. Porque es importante. No sé. Pero la necesito y no está.
Me cansé de las cajas de libros dispersas en el cuarto que es "estudio" y que también es cuarto "de huéspedes". Así que empecé a guardar en placares. Además, en el living hay unos estantes que hacen de pequeña biblioteca.
Los de teoría los puse en el placard, arriba de todo. Las novelas y libros de cuentos están todos mezclados, sin ningún criterio, en estantes que quedaron libres bajo las carpetas de apuntes. Separé los libros de poesía, de teatro y cine para poner en el living. Por un lado, son menos que los de narrativa y los de teoría, pero por otro lado (y esta es la verdadera razón) me parecía que esos libros tenían que estar en el "espacio público" de la casa. En todo lugar con biblioteca es posible que los invitados se detengan a mirar. Me parece que la poesía debe estar ahí, dispuesta a ser leída en voz alta, festejada brevedad, toqueteada por los lectores, saboreada por los escuchas. Los libros de cine son pocos y son lindos. Y los de teatro, lo mismo que la poesía. Siempre dispuestos a la representación. Abrir en una página cualquiera y de pronto ser Julieta, o Antígona la sufrida, o algún personaje más extraño y moderno de Alejandro Urdapilleta o Federico León.
Quizá nunca pase nada y esos libros se queden silenciosos entre los ojos lectores. O peor: cerrados. Pero quise que estén ahí,
en sus marcas,
preparados
listos
para alzar la voz.

lunes, febrero 13, 2006

 

Desilusión

Ayer terminé de leer El pasado, de Alan Pauls. Qué decir. Al principio mucho entusiasmo. Empezar a leer queriendo devorar el libro. Sin embargo, en las primeras páginas se leía más que una historia atrapante, la ostentación de una buena escritura que recién poco después se perdía entre lo interesante de lo narrado. La narración tiene momentos altos cuando el personaje toma cocaína sin parar, cuando se va de la casa que compartía con Sofía, su primera novia. También, los momentos de enamoramiento: su acercamiento a Vera, su deslumbramiento con Carmen. Ahí, todos pasajes que por momentos pensé en citar en el blog. La segunda parte me pareció genial. La narración atenta a todo. Todo. El detalle constitutivo, la subjetividad de Rímini en una sintaxis que me envolvía. Todo en un plano realista, o más bien, dentro de lo posible. El pacto de lectura era ese. Quizá rompí todas las reglas de la teoría literaria y me perdí en la identificación. Leía partes en voz alta. Aquí y allá. A unos y otros. Hasta la tercera parte.
¿Qué pasó? ¿Tenía que terminar la novela y no sabía cómo seguir?
La caída del personaje y después, la nada. La posibilidad de seguir en una vida vacía, desmemoriada. Pero ni siquiera. O sí. No sé. Me molesta que me haya molestado tanto esta última parte. Toda. Él, entrenador de tenis. ¿Qué onda? Miles de páginas dedicadas a su relación vacua con Nancy. El detalle que me encantaba, ahora empezó a joderme. Las páginas empezaron a pasar rápido. ¿Pauls se reía de sí mismo y todo lo que había intentado hasta el momento, o se reía de mí, o yo ya no entendía nada?
Pienso en las películas de Almodóvar, que adoro. Todo parece real y posible (perdón, no me hagan discernir teóricamente sobre estas categorías, es un post, no una reseña, es compartir como una lectora cualquiera lo que me pasó con esta novela)... Decía, todo parece posible hasta que se vuelve imposible. En Hable con ella, el enfermero enamorado de la comatosa. Hasta ahí, todo bien. Después, el enfermero que se curte a la comatosa y no sólo eso sino que la deja embarazada y ella "revive"... Entonces ¡¿what?! Sí eso. Y uno va mirando y no lo puede creer pero lo puede creer. Y lo que parecía normal se vuelve tragedia. Como la vida de cada uno de nosotros, que creemos normal, y de pronto basta una acción, un palito pisado, un trastabillar casual, para que, sin que sepamos, se desencadene lo trágico, sin retorno, hasta la muerte irremediable del protagonista.
Entiendo que Pauls intentó algo así. Pero entre el humor que no me pareció gracioso, entre la ridiculez del Adela H. y la reaparición eterna de Sofía (me encanta que haya mujeres que reaparecen siempre o que nunca se van), al final, con un motivo que ya no parece ser un móvil suficiente, la novela se deshace. Resuelve como por compromiso, en un solo párrafo, cosas que miles de páginas antes había dejado irresueltas (el accidente de Vera, la distancia de su hijo). No me alcanza. Él mismo, durante cuatrocientas páginas, construye un lector a quien no pueden alcanzarle las ciento cincuenta páginas del final. Pequeños destellos, sí. Escritura impecable, también. Pero ¿ese final? ¿Qué forma es esa de resolver? No voy a develar más, para aquellos que aún no la leyeron, porque vale la pena, porque tiene pasajes y momentos impresionantes. La novela desiluciona en su propio sistema. Es una lástima. Dicen que las sensaciones que a uno le quedan son las de los finales. Por eso, muchas veces, si es posible, mejor separarse bien. Quizá no es posible. Y uno busca odios, excusas para alejarse del otro que ya no nos acompaña. Pero una novela sí. Y que El pasado tenga el final que tiene, no es más que una desilusión. Eso que pasa con tantos amores.

domingo, febrero 12, 2006

 

Al sol

Domingo 12. 18.52
Tengo ocho minutos para escribir, antes de irme. Estoy en lo de Her, mientras él, D. y Benja tocan canciones, yo miro blogs y escribo para conectarme después de tres días. El fin de semana empezó el jueves a la noche en la casa de María, donde, como bien dijo Marina, cenamos, charlamos, tomamos y nos tiramos las cartas. Qué sé yo. Un poco lo que sé. Un poco querer saber lo que no sé. Y así seguir. Directo al viernes, sin ir a trabajar, con un poco de culpa y casi sin hacer nada. Dudas dudas dudas y charla. Y no hacerte mal, dale, no querer hacerte mal.
También amigos, en el piso 13, cerveza, charlas, esas cosas.

Sé que ya,
nunca más
vas a volver


cantan ellos

a veces, las certezas.

Ayer fui a un barco, con S. y sus amigos. Asado en parrilla eléctrica quizá no es asado, pero lo hice casi todo yo, y salió bastante bien. Al sol y en el agua (o más bien mirando el agua), se pasó el sábado. A la vuelta, el sol se ponía en la ciudad; la luna, llena, salía para quedarse en el río. Mientras muchos iban a ver a Spinetta yo me iba a casa, a cenar y dormir, para acomplejarme hoy, por no salir, por no ser "joven", por qué sé yo qué de todas esas cosas que me acuso cuando al día siguiente me resulta que lo quería ayer no es lo que hoy hubiera deseado para mí ayer (pasa tan, tan seguido).

Ya me voy, y el fin de semana deja sólo una conclusión:
mi piel
por fin bronceada.

jueves, febrero 09, 2006

 

Medidas

Para saber cuántos minutos tarde estoy llegando a la oficina cada mañana, alcanza con estar atenta al momento y el lugar del recorrido en que me cruzo con los mismos personajes de todos los días, que van en sentido contrario. Supongo que también es cuestión de equilibrio y que esto podría servir para medir la tardanza del otro. Si a esa chica de altura tan particular (por no decir que es enana) me la cruzo en la mitad del camino no necesariamente es que estamos llegando puntuales las dos (aparte cómo saber si mi mitad es su mitad) sino que quizá estamos llegando igualmente tarde. En fin. Era más complicado de lo que pensaba cuando comencé a escribirlo.

miércoles, febrero 08, 2006

 

Mis vecinos

No veo mucho a mis vecinos. Sé que soy la única chica del piso 13. Yo, que soy del B, y los chicos del C (¿o es un solo chico?), somos los que tenemos balcón. El A y el D no tienen. Raro. El A siempre tiene balcón.

El A
Un hombre, peruano, que tiene una novia, peruana también. No sé si ella vive ahí o no. Los vi una vez, juntos. Según la inquilina anterior, si yo elegía dormir en la habitación donde efectivamente duermo, iba a ser como dormir con el vecino, escucharía todo, sería insoportable. Por ahora no lo escuché nunca. No sé.

Los C
Los chicos del C (me pregunto de dónde saqué que son "los chicos" si siempre vi a uno solo, en todo caso con amigos, pero uno solo era claramente el que vivía en el C) son unos jóvenes raperos. No sé cómo hacen (sí, voy a hablar en plural) para estar lookeados todo el día, con esos pantalones gigantes, zapatillas gigantes, remeras gigantes. Cómo hacen para ir a trabajar, para sostener la vida rapera en Buenos Aires (¿en qué consistirá esa vida más allá del atuendo?). La música, claro. Cuando yo canto a los gritos Charly García, o leo con un poco de jazz, o a lo sumo bailo con Madonna, ellos remixan mi vida con una mezcla de funk y música electrónica que no me disgusta pero que tampoco...
Un día, mi amigo Incardona llegó al piso 13 y contó que escuchó a unos chicos hablando "de la vecina nueva" y que él suponía que era yo, porque cuando le preguntaron a qué piso iba y él dijo "al 13", se miraron con cara de "nos escuchó todo".
Al día siguiente me encontré al vecino en el ascensor. Él iba con un amigo, y el diálogo fue más o menos así:
Vecino--¿Qué tal?
Yo-- Bien, bien, ¿vos?
Vecino-- Bien. ¿Cómo va la vida nueva, vecina?
Amigo de vecino-- Ahhhhh, ¿ella es tu vecina nueva?
Yo-- ....
Vecino-- Che, ¿y vivís sola?.... Porque siempre...
Yo-- Sí, sola. Son amigos.
Vecino-- Ah...

El D
A mi tercer vecino, el del D, lo vi dos veces. Apenas me mudé, se presentó, me dijo su nombre, me señaló de dónde era. Un hombre delgado, de unos cuarenta años, que me hizo acordar un poco a A. No lo vi más.
Ayer lo encontré de nuevo. Un saludo correcto y amable.
Cuando miro la puerta de su casa veo un reflejo de sol que se cuela por debajo de su puerta, y en la mirilla estalla un amarillo furioso. Será la orientación de su casa, y el sol pega así.
Hoy a la mañana volví a mirar su puerta. Tiene pegada la calcomanía del censo, esa que indica "yo me censé" o algo así. Creo que es médico (él o el peruano, no recuerdo lo que me contó la inquilina anterior). Mientras esperaba el ascensor me acerqué y pegué mi oreja, a ver si escuchaba algo. Silencio. Me di cuenta de que podía mirar por la mirilla. Miré. En primer plano, justo en cuadro, un equipo de música. Cuando logré enfocar a mi izquierda, vi la ventana, con una escarapela de papel pegada en el vidrio, y otro papel que decía:
Si me pierdo
llamar al....

Esos son mis vecinos. Y yo, la única chica del piso 13.

martes, febrero 07, 2006

 

Mi casa juego de luces


Primer mes en el piso 13. Primer mes de vivir sola. Algunas conductas que se hicieron costumbre como sacarme zapatos y pantalón o pollera cuando vuelvo de trabajar y quedarme un rato en bombacha hasta que me pongo un short o me visto para salir. Que quizá me vean los vecinos, pero no sé, no creo, estoy muy alto y no hay nadie a pocos metros que me pueda distinguir. La limpieza, uff, que obsesiva. La cervecita o el mate. Las amigas (ayer, chicas, qué bueno que vinieron, "las chicas" y me acuerdo de un post de hace tiempo que escribió JB, todas tenemos nuestro grupo de "las chicas"). Cada amiga. Los amigos. Las reuniones. Él. Los secretos. Lo que no se cuenta. Lo lindo de todo lo que no se cuenta. Lo triste. Los regalos (las copitas de él, los vasitos para tragos que regaló M.M, la escalerita y el plumero que regaló S. cuando pintábamos).
Las cosas prestadas de Nessie. El sillón prestado de mi hermano. La primera y gran compra que hizo mi mamá. Las primeras comidas. Las empanadas compradas. Y ahora tener que estudiar. Y todavía falta la biblioteca, la mesa, la compu, ¿cortinas? Los libros todavía en cajas en el cuarto de los libros, y todo eso que todavía falta y mejor así, que quede por hacer, así no me aburro, así puedo contar qué pasó en el segundo mes.

 

Lo bueno es que no se agota



Ya salió
el interpretador
nº 23


(y esta vez -paso el chivo- con un cuentito mío)
www.elinterpretador.net

lunes, febrero 06, 2006

 

Lunes de febrero

Ya es febrero, y pronto se acerca el domingo del verano... febrero-marzo y la obligación de encarar lo pendiente. Febrero es sensación de domingo a la noche. Apocalipsis now. Como lunes en que muchas empiezan la dieta, desde ayer, domingo, yo empecé a preparar ese final que molesta como grano en la nariz, como visita al dentista nunca concretada, como el vidrio roto de la cocina que no sé cómo arreglar.

Para mí, igual, este febrero es domingo con promesa de viaje directo a otro fin de semana: en marzo, vacaciones. No gran cosa. Irse de vacaciones en marzo es raro. El mundo empieza a acelerar y una descansando. No me cierra. El riesgo de perderme algo. Igual, son vacaciones con "excusa": Festival de Cine en Mar del Plata. Como acreditada de prensa, como becaria o como simple espectadora (en los próximos veinte días se define esto) pasaré esos diez días allá, como el año pasado, pero esta vez sola. Para otro plan no hay dinero que alcance, así que este año comienza con sabor a proyectos nuevos y pila full time sin el descanso que seguro en unos meses reclamará hacerse lugar.

En la ciudad, hoy, lunes 6, ya febrero, hay mucho más tránsito que durante el primer mes del año. Fui al centro en un taxi del trabajo (hasta que no aumenten mi sueldo, la plusvalía me la cobro en taxis, anillados de carpetas, impresiones y útiles escolares que robo del placard) para entregar la carpeta con el proyecto del largometraje, ahora al “Semillero de Talentos” del Festival de Mar del Plata. Una chance más. Aunque ante mi pregunta, la respuesta fue ya hay más de cien proyectos. En lo de Fundación Proa hubo 340 presentaciones. En ambas convocatorias eligen cinco personas/proyectos. Cualquier cálculo de probabibilidad conduce a depresión.

Fui en taxi a pleno centro. Me llevó Juan, un taxista que conocí cuando empecé a trabajar acá y tenía que editar un video durante toda la noche. Él pasaba a buscarme a la mañana por la casa donde yo editaba, para que viniera a la oficina a mostrar los bocetos. Me acuerdo de contarle que me había mandado una, mal todo mal, y que él me dijera que no pasaba nada, que no era importante, que ya se iban a olvidar. Él también se acuerda de eso y me lo hace saber cada vez que me ve. Hoy le sonó el celular en medio del viaje y me pidió que le leyera los mensajes de texto. Se los leí. Después, me preguntó si tenía el mismo novio de siempre. Le conté que no. Y me hice la dormida: no quería hablar de eso.

viernes, febrero 03, 2006

 

La vida

Ayer mi sobrina Clara en casa, por primera vez.
Verla corretear, agarrar unos instrumentos, que pidiera canciones. Darle galletitas melba, que las abriera para comer la pastita de adentro. Darle jugo y que tomara sola, con las dos manos, del vaso de vidrio. Sus carcajadas con mis cosquillas. Su vocecita cuando cantamos. Sus fotos y la foto de cuando yo era como ella. Que se reconociera en su foto. Que se reconociera en la mía:
¿Quien es esa, Clari?
Y ella:
Glaaaa.

Muchos post hoy. Se los dejo para el fin de semana. Pasenla lindo, y hasta el lunes.


 

Escrituras

El martes, en la reunión de el interpretador, en pleno armado del próximo sumario, nos propusimos un desafío. Escribir. Pongámonos a escribir relatos en esta semana. A ver qué sale. Y por qué no. Y entonces sí. A la mañana siguiente, en la oficina (sigo sin tener computadora en casa y con poco trabajo, todo lo que escribo lo escribo acá) agarré un relato que no me gustaba nada y lo desmenucé, lo rompí y lo cambié y escribí otra cosa. Hace meses que no escribía un cuento. Mucho blog. Mucho argumento de películas. Tentativas de guión. Relatos aguafuertistas y alguno infantil. Me puse una mañana, otra mañana de corrección, y no porque sea fácil, ni porque haya salido bien, pero qué lindo escribir, qué aire que entra como si de pronto hubiera abierto una ventana y el viento me cerrara los ojos para mandarme a otro mundo que también es mío o más mío que este de todos los días.
¿Lo que me pregunto es por qué casi siempre, para estas cosas, funciona lo de escribir a presión, con una fecha límite, con algo impuesto desde afuera?

 

Blog de amigo

El matemático que había dejado de escribir, ahora volvió al ruedo, y promete no abandonarnos.
Recomiendo:
Intersecciones y Uniones

jueves, febrero 02, 2006

 

De regreso

Ayer volvieron mi hermana y mi sobrina Clara. Se fueron un mes a Mendoza y pese a que el tiempo pasó rápido (entre mudanza y preparación de beca) extrañé las charlas con ella y los juegos con la niña (que ahora ilumina mi casa, divina ella en las fotos).
Ayer volvieron y salió la revista Elle. En la tapa está Madonna, y adentro, entre otras notas (la de Madonna, claro, y otras) está my sister, con foto y todo, ella en su estudio y con sus libros, divina. La tapa de Madonna no podía ser más adecuada. Es genial cuando se arman constelaciones. "Con la edición parece que uno dice cosas interesantes", nos reíamos.
Le conté que soñé que ella tenía mil hijos. Hablamos de la bobe, las cuentas que vienen a su nombre en mi casa, ese post sobre los muertos y otra vez constelaciones y sentidos que se arman.
Mientras miraba la revista y Clara tenía ataques de vergüenza, escondida en los brazos de su mamá, yo contaba del guión, el productor, las ideas, etc, y ella me decía que estaba hecha una Sarah Jessica (Parker) total. Seguimos riéndonos.
Me divierto con mi hermana. Lo bueno es que todavía hay algo de descubrimiento. Me lleva quince años y creo que recién hace un tiempo, que no es tanto, estamos cada una más cerca de la otra. Clara, este blog (aunque parezca mentira), el viaje a Nueva York y otros ingredientes, hicieron que por fin pudiéramos sentir eso que se siente con los hermanos, eso de que estarán siempre,
la intimidad.


miércoles, febrero 01, 2006

 

Concreto

Ayer estábamos un poco así... un poco malhumorados, o tristes, o revirados. No sé... Ánimos raros. Yo vengo de ánimos raros (locademierda). Pero le expliqué. Creo que no puedo hacer cualquier cosa con la gente (no, claro, es obvio), que en algún momento, si tiro tiro tiro, la otra persona va a tirar más fuerte, o va a soltar y el golpe va a doler.

Entonces leyó. Estábamos tirados, bajamos a la compu y leyó. Unas cosas, unos poemas. Y después algo que escribió unos días después de conocerme. Habla de él. Habla de mí pero habla de él y de sus relaciones anteriores y de sus deseos, y de por qué yo, y esas cosas. Y un poco me emocioné y otro poco me deprimí. Por el pasado, porque uno se enamora, se desenamora, se vuelve a enamorar...todo parece descartable.

Después volvimos arriba. Seguían los ánimos raros. Pero hablamos. Un poco. Quizá entendió. Yo entendí. Y fue lindo. Y me di cuenta. Si queremos hay que cuidar. Hay que apostar y abandonar un poco el miedo, el riesgo de que salga mal. Puede salir mal. Puede salir bien hasta que empieza a salir mal. Y me di cuenta. Que yo quiero estar ahí. Que estar ahí me hace bien. Me dijo ves esto esto y esto. Sí. De esto se trata. Si no qué. ¿Qué pensás? Lo demás es la idea.

Lo demás es la idea (nos pusimos platónicos).

Y yo quiero estar ahí, entre esos brazos y el pragmatismo con que me explica lo concreto del amor.


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...viene a mojarse los pies a la luna...

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