Es difícil no pensar que se trata de una maldición divina, un merecido castigo o el desenlace trágico para unos meses de fatalidad. Edipo, tus ojos. Marina, sangrando.
Un rayo te parte después de que justamente aquello, en algún momento sagrado, se profanara hasta volverse un sonámbulo caminando sin rumbo.
Desenlace: La maldición llega al final de la tragedia, aunque a veces (¿siempre?) el héroe no recupere nunca más la normalidad de su parte maldita.
Que duela tanto como el dolor que has provocado.
...viene a mojarse los pies a la luna...