Todavía no tengo biblioteca. El jueves, un flete (espero sea el último) traerá algunos muebles de la casa de uno de mis hermanos. El sábado tendrían que entregarme una mesa que mandé a hacer. Pero biblioteca todavía no. Porque no encuentro. Porque no tengo plata. Porque es importante. No sé. Pero la necesito y no está.
Me cansé de las cajas de libros dispersas en el cuarto que es "estudio" y que también es cuarto "de huéspedes". Así que empecé a guardar en placares. Además, en el living hay unos estantes que hacen de pequeña biblioteca.
Los de teoría los puse en el placard, arriba de todo. Las novelas y libros de cuentos están todos mezclados, sin ningún criterio, en estantes que quedaron libres bajo las carpetas de apuntes. Separé los libros de poesía, de teatro y cine para poner en el living. Por un lado, son menos que los de narrativa y los de teoría, pero por otro lado (y esta es la verdadera razón) me parecía que esos libros tenían que estar en el "espacio público" de la casa. En todo lugar con biblioteca es posible que los invitados se detengan a mirar. Me parece que la poesía debe estar ahí, dispuesta a ser leída en voz alta, festejada brevedad, toqueteada por los lectores, saboreada por los escuchas. Los libros de cine son pocos y son lindos. Y los de teatro, lo mismo que la poesía. Siempre dispuestos a la representación. Abrir en una página cualquiera y de pronto ser Julieta, o Antígona la sufrida, o algún personaje más extraño y moderno de Alejandro Urdapilleta o Federico León.
Quizá nunca pase nada y esos libros se queden silenciosos entre los ojos lectores. O peor: cerrados. Pero quise que estén ahí,
en sus marcas,
preparados
listos
para alzar la voz.
...viene a mojarse los pies a la luna...