Ayer, cuando volvía a casa, después de Todo, un hombre, que llevaba un bolso, empezó a caminar detrás mío, muy cerca. Me va a robar. Si quiere robarme le doy la cartera, que se la lleve y listo. Tengo nueve pesos y algunas monedas. No importa. Que me robe si quiere. Eso no importa ahora. Aunque quizá me mata. Puede robarme y matarme. Yo puedo darle todo y él puede matarme igual, ¿quién dijo que hay lógica o reglas de juego que se respetan en algún lugar?
Va a robarme y va a dispararme, o acuchillarme. Moriré desangrada, sí, acá, en Salguero casi llegando a Córdoba. Hay unas chicas adelante. Van a escuchar mis gritos. El tipo no podrá escaparse. Igual no importa eso ahora. ¿Qué importa ahora? Pasó Todo. Y este tipo va a robarme y va a matarme. Cada vez más cerca. Y yo cada vez más cerca de la avenida, en un estúpido consuelo de quien cree en la seguridad de la luz. El amor es una cadena de desperfectos. Una frase. Pienso una frase y el tipo va a robarme la cartera. Voy a mi casa sola. Voy a llegar y voy a estar sola. ¿El tipo va a matarme antes de que llegue a casa y esté sola? Quizá yo quiera eso. Quizá lo merezca.
Pero no. Llegamos a la avenida y él dobla, al tiempo que yo cruzo y sigo. No hay vuelta atrás. Voy a casa. A estar sola. Pasó Todo. El amor es una cadena de desperfectos.
...viene a mojarse los pies a la luna...