Ya es febrero, y pronto se acerca el domingo del verano... febrero-marzo y la obligación de encarar lo pendiente. Febrero es sensación de domingo a la noche. Apocalipsis now. Como lunes en que muchas empiezan la dieta, desde ayer, domingo, yo empecé a preparar ese final que molesta como grano en la nariz, como visita al dentista nunca concretada, como el vidrio roto de la cocina que no sé cómo arreglar.
Para mí, igual, este febrero es domingo con promesa de viaje directo a otro fin de semana: en marzo, vacaciones. No gran cosa. Irse de vacaciones en marzo es raro. El mundo empieza a acelerar y una descansando. No me cierra. El riesgo de perderme algo. Igual, son vacaciones con "excusa": Festival de Cine en Mar del Plata. Como acreditada de prensa, como becaria o como simple espectadora (en los próximos veinte días se define esto) pasaré esos diez días allá, como el año pasado, pero esta vez sola. Para otro plan no hay dinero que alcance, así que este año comienza con sabor a proyectos nuevos y pila full time sin el descanso que seguro en unos meses reclamará hacerse lugar.
En la ciudad, hoy, lunes 6, ya febrero, hay mucho más tránsito que durante el primer mes del año. Fui al centro en un taxi del trabajo (hasta que no aumenten mi sueldo, la plusvalía me la cobro en taxis, anillados de carpetas, impresiones y útiles escolares que robo del placard) para entregar la carpeta con el proyecto del largometraje, ahora al “Semillero de Talentos” del Festival de Mar del Plata. Una chance más. Aunque ante mi pregunta, la respuesta fue ya hay más de cien proyectos. En lo de Fundación Proa hubo 340 presentaciones. En ambas convocatorias eligen cinco personas/proyectos. Cualquier cálculo de probabibilidad conduce a depresión.
Fui en taxi a pleno centro. Me llevó Juan, un taxista que conocí cuando empecé a trabajar acá y tenía que editar un video durante toda la noche. Él pasaba a buscarme a la mañana por la casa donde yo editaba, para que viniera a la oficina a mostrar los bocetos. Me acuerdo de contarle que me había mandado una, mal todo mal, y que él me dijera que no pasaba nada, que no era importante, que ya se iban a olvidar. Él también se acuerda de eso y me lo hace saber cada vez que me ve. Hoy le sonó el celular en medio del viaje y me pidió que le leyera los mensajes de texto. Se los leí. Después, me preguntó si tenía el mismo novio de siempre. Le conté que no. Y me hice la dormida: no quería hablar de eso.
...viene a mojarse los pies a la luna...