Se nota que son días de pocas palabras ¿no? La vida de quien estudia para un final (la parte de estudiar por ahora es sospechosa, pero prometo dedicarme el fin de semana) no es rica en anécdotas, y para las intimidades están los amigos. Movimientos van por dentro. A veces después del silencio viene un sismo, un maremoto. Hay silencios que anuncian algo. Cosas más cotidianas también: por ejemplo, en la oficina, antes de que suene el teléfono, sucede algo imperceptible, como la aspiración de la o aspirada del griego, y luego de eso recién el ring, que entonces ya no sorprende. No quiero ser pretenciosa. Creo que ahora no hay ningún anuncio. Sólo se trata de cómo evitar el aburrimiento sin llegar al terremoto. Inconformismo.
Me acuerdo ahora de cuando era chica y escribía diarios íntimos. Sólo hablaba de chicos. No de uno ni de dos, ni siquiera uno por momento. Estaba el que me gustaba de la escuela, el que me gustaba del club, el que me gustaba de inglés, el de la calle, el de las vacaciones, el del supermercado, y un etc. infinitoinsorportable.
Me acuerdo de eso y trato de pensar cómo es ahora. Cuál es la versión actual de esos diarios plagados de nombres y corazones atravesados por flechas de cupido. No sé. Es obvio que la vida ya no se trata sólo de chicos. Pero tampoco es eso. Otra vez no sé. Momento de aire. Mucho aire en el piso 13. Y algo de desorden, como bien titula mi amigo Rex.
...viene a mojarse los pies a la luna...