Ojos hinchados. Se termina febrero. La montaña rusa toma envión para salir. Empieza Marzo, el año, las clases y ese pensar de cómo pasa el tiempo. Pensar eso y entonces cómo estoy todavía acá, cómo me despierto así, si ya tanto... Y por otro lado, sí, cómo pasa el tiempo, y sí, ya estoy acá, y estoy acá porque pasó tanto. Me agarra el síndrome de verano poco productivo y pienso que debería valorar un poco: la mudanza, la preparación del proyecto del largometraje, no dejar de trabajar, lo lindo con él, las cosas nuevas para el depto. Pero pocos libros leídos, menos películas de las que quisiera. No sé. Hay días que me parece que mi vida es lo menos y otros días me parece genial. Los momentos de estar deprimida consisten en sentir que tengo todo por hacer y no saber por dónde empezar. Y en la casa ver que todo el tiempo se rompe algo, que nunca está del todo limpio, que no se termina de armar.
Todavía no me fui de vacaciones. Rindo un final el ocho y me voy a Mar del Plata el nueve. Por momentos tengo ganas, por momentos no. Es tramposo ir a ese Festival. No me alejo de nada. Voy sola pero está lleno de gente. Alrededor de eso, estos días tuve que pensar cosas y tomar decisiones que no pensaba que iba a tener que tomar. Voy sola. Me gustaría no ver a nadie. Me gustaría que el Festival de Mar del Plata sea el de Berlín. Tener que aprender todo de nuevo. Incluso el idioma.
Intentaré estar tranquila. Ver pelis, caminar, leer, escribir para este blog y algo para la revista. Tengo acreditación, así que debo hacerla valer. ¿Cómo controlar la ansiedad? Veré si tengo respuesta al regreso. No quiero imprevistos. No quiero apariciones ni planteos.
Debería ir todos los días a mirar el mar.
...viene a mojarse los pies a la luna...