14.43. Guatemala y Araoz. Salir corriendo de la casa de mi hermana para volver a la oficina. En la calle, poca gente que de a poco sale a calle y cada vez son más. Todos en silencio. Algunos chicos desde algún balcón gritan alemanes putooooossssss. Caen papelitos sobre los papelitos que ya están en el piso. Caen lento, a ritmo perdedor, con nostalgia de la esperanza de que podíamos ganar. En la calle, sigo en la calle, pero más cerca de la oficina, sigue el silencio, un silencio de respeto, un silencio compartido. De a poco más gente. Camisas tapan camisetas transpiradas. Otras camisetas se ven. Gorros en la mano, en la misma mano que los maletines.
En un balcón de un primer piso, tres hombres jóvenes, en silencio, fuman cada uno un cigarrillo. El del medio me mira y creo que lo conozco. Un gesto, un estamos todos en la misma. Sigo caminando, ya por Santa Fe, y sonrío ante una cola de diez mujeres que esperan ser atendidas en un pago fácil. En la calle hay más mujeres que hombres. Ahora son tres las que veo en un kiosco y creo conocerlas y las conozco, pero miro hacia otro lado para no saludar. Una pareja con uniforme de colegio secundario camina en silencio. Él, además de su mochila en la espalda, lleva en la mano la cartera de ella. Con la otra mano, su mano. A dónde irán. De a poco, más gente. Siguen siendo más mujeres. Dos hombres barren la puerta de un boliche, miran para abajo. Todavía no hay comentarios. Empezarán después, cuando llego a la oficina y el portero me cuenta lo triste que está.
Ya en el primer piso, acuerdo con las conversaciones que ante todo apoyan al técnico y a los jugadores. Ante la derrota, digna derrota, y ante todo, el respaldo de los que desde acá sabemos que se hizo todo.
...viene a mojarse los pies a la luna...