Mi departamento estaba listo para que me mudara. Estaba todo pintado, todo limpio, algunas cosas mías en el lugar, y el proyecto. Mi casa nueva y toda la alegría del mundo. Cuando suena el timbre porque me vienen a avisar. Que me equivoqué, que esta casa que creía mía no es la realmente mía. Que hubo un mal entendido y que tengo que correrme a la de al lado, igual, pero invertida.
Me desinflo, no sé cómo recuperar toda la energía puesta en este lugar para hacer lo mismo en la casa de al lado. Qué tanto, pienso, si es igual, pero invertida (acá está la clave, vamos, lo sé) me puedo quedar acá. Pero no es lo mismo, y el deber insiste en que debo ocupar la que me corresponde.
Visito el lugar y aunque se parece, estar allí es por completo diferente. Y aunque intente simular que es lo mismo, no puedo engañarme. Camino por la casa donde debería sentirme cómoda, pero no.
Entonces, cuando recién me había mudado, y estaba lista para hacer la fiesta de inauguración, cuando por fin había llegado a donde quería estar, vuelvo a moverme,
igual, pero invertida.
...viene a mojarse los pies a la luna...