Lolamaar

miércoles, junio 07, 2006

 

Restos

A las nueve menos cuarto tomo el 39 para ir a la nueva casa de X. El colectivo es el mismo de siempre, pero hoy tengo que bajarme en la estación terminal. Paso por la parada donde me bajaba siempre y miro con atención la cuadra que caminaba para llegar a su casa anterior.
Ahora, él quiere que yo sea de las primeras personas en conocer su casa y pienso que quizá quiere, aunque no lo diga, que yo sea la primera en pasar una noche allí. Sé que no voy a pasar la noche. De lo demás, sé poco.
Minutos después de las nueve toco por primera vez el timbre del 3º B, de la calle JN al tres mil novecientos y pico. Tarda en bajar. La cuadra no es linda. Es oscura y bastante sucia. A pocos metros del edificio hay un mercado pequeño. Pienso que a X le viene bien tener un mercado cerca: no le gusta ir al súper.
Me abre. Beso en la mejilla. Subimos en silencio. La puerta de su casa no dice B. Miro y la del A no dice A, la del C no dice C. No consiguió una B larga para poner en la puerta, explica.
El living es amplio. La habitación también y hay ventanas en todos los ambientes. Los colores de las paredes quedaron bien. Se lo digo. Se alegra de que me guste. Lo dice y sé que se alegra en serio.
Lo miro y no sé qué decir. Podría no decir nada. La colcha de su cuarto no me gusta. Pienso que es vieja y le digo que tiene que comprar una nueva. Dice que es nueva. Se la regaló su papá.
Me muestra la cocina. Hablamos de muebles, de cubiertos, de cosas que se necesitan para montar una casa nueva. Camino, doy vueltas, miro, salgo al lavadero que es como un balcón. Me gusta la vista, es despejada. Recuerdo otra vista de otra época. Se superponen las épocas y las ciudades. Todo es pasado.
Pregunta si tengo hambre. Compró unas empanadas “caseras”. Lo dice como si preguntara si está bien y digo que está bien. Quiere abrir un vino. A él no le gusta el vino. Le digo que podemos tomar cerveza, pero él quiere insistir en probar el vino y lograr que le guste. Abrimos un bivarietal malbec-cabernet. En otro vaso coca ligth. Brindamos, no sabemos por qué. Por tu casa nueva.
X toma vino pero no lo disfruta. Se esfuerza. Se disculpa. Prefiere cerveza. Yo también, pero no quería entrometerme en su intento con el vino. Abre la cerveza, yo termino mi vaso de vino, lo enjuago y me sirve.
Terminamos, dejamos todo como está y vamos al living. Nos sentamos en la cama donde dormimos juntos durante tres años. Plaza y media donde logramos estar cómodos. Todos los objetos son los de su habitación anterior. La computadora, la biblioteca, la televisión. Los adornos también. Todavía parece un adolescente en un espacio de adulto.
Me muestra sus últimos videos. Yo por momentos no entiendo, tengo una mirada impermeable: no llega. No llego. Algo en los diálogos, o en esas imágenes... Yo no escribí eso, pero de algún modo sí. Y además, no dejo de pensar en X cada día, antes y después de filmar, en sus salidas, en las llamadas telefónicas o los mails enviados. Cada imagen que me muestra, me muestra que ya no estoy.

X me besa.
Nos besamos. Tímidos.
Abrir una puerta con cuidado, preguntar si se puede.
No sé si se puede. Yo nunca sé, pero dejo pasar.
Hablamos de otras cosas. Volvemos a besarnos.
Digo algo sobre nosotros y X se pone a llorar.
Pienso por qué todo. Por qué no. ¿Por qué no? Y la seguridad triste. No.

Igual vamos a su habitación. En la plaza y media quedan su pantalon y mi pollera.

Cuando va al baño toco sin mirar la caja de tres preservativos. Dos cerrados y el envoltorio vacío del que usamos recién. Cajita de tres completa. Ambivalente alegría que es alivio más que felicidad.

En la terminal de la línea de colectivos 39, pocos minutos antes de las dos de la mañana de un día miércoles, un borracho habla solo y si cierro los ojos su voz parece salir por una radio. Dos chicos esperan que salga el colectivo y uno, por celular, le avisa a alguien que en un rato estarán en Wilde. Imagino el recorrido, recuerdo que el 39 termina en Constitución. Los veo bajar allí para tomar el tren. Quizá me equivoco, no conozco de recorridos de tren ni las posibilidades de llegar a Wilde a las dos de la mañana. Pasa una persona que parece un hombre pero que resulta ser mujer. X habla de los personajes que esperan el 39 en la estación terminal.
Cuando llega el colectivo nos saludamos, sin saber hasta cuando, ni hasta dentro de un rato, ni hasta mañana.
Nos despedimos.
Me voy.

Comments:
"Y la segurida triste. No".
Qué triste es esa seguridad...! Pero NO.
 
Estimada Lolamaar
La felicito por su relato escrito en tiempo presente. Ese regalo de Dios, porque el pasado no nos pertenece, pués no podemos actuar, vivir, en él. El futuro tampoco nos pernece, porque no sabemos si estaremos todavía aquí. Por eso, hago propicio este breve instante para saludarla y felicitarla por su excelente texto. La saluda, desde Chile, este peregrino del recuerdo.
 
que pelotazo
 
estimada lola, me confundió con el vino, (bivarietal), lo light, la birra, creo que se olvido de contar si las empanadas eran de carne, entonces un merlot. elija la sabiduria de un brasco, en vinos, a la impericia y(fogosidad) de un novato solo habil en colocar los pantolanes sobre un pouf. ademas creo que ni la acompaño a su casa algo que es de caballeros. alejandro
 
Lindo post, Lola
 
Eso de andar dejando las polleras tiradas por la casa es tan hermoso Lolamaar... eso de andar regresando, volviendo y yendo nuevamente.
Del lado positivo hablo.
El resto queda en el suelo, entre el corpiño y el sweater.
 
ay ay ay...no sé Lola, me encantó...me generó alegría y tristeza. Espero que a Ud. sólo alegrías.

Besos
 
hermoso relato
tus palabras nos obligan a mirar
gracias
 
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