Lolamaar

sábado, junio 03, 2006

 

Valizas

Pone agua a calentar. Estamos por bañarnos y volcarnos agua calentada es lo único que podemos hacer para no tener tanto frío. Salgo un momento a buscar algo y cuando regreso el agua ya está lista y las velas encendidas. Ante mi sorpresa, él me besa y dice vamos a bañarnos.
Me echa agua, me alcanza el jabón. Después, yo lo ayudo a él. Se moja, le lavo el pelo. Nos quedaríamos horas pero el agua se termina. El balde de metal refleja la luz tenue. En la pared, nuestras sombras. Nos quedamos un poco más y después, cada uno su toalla para salir del baño.
Cocinamos unos fideos, la salsa rica como siempre, comemos y nos vamos a acostar. Afuera llueve y mañana nos levantamos temprano. Si está lindo vamos a caminar hasta Cabo Polonio.
Sobre el colchón, las dos bolsas de dormir. No hay sábanas y si hubiera no las usaríamos. La frazada sí. Ya acostados, a la luz de las velas, creo ver una araña en el techo. Hay una araña, ¿la matás? Él pregunta dónde y cuando la ve se levanta para matarla con su ojota. Allá hay otra, ¿ves? Y la mata. Después le pregunto si eso que está allá también es una araña y él dice que no pero igual pega con la ojota. Veo otra enorme. Él también la ve. Me da miedo dormir así. Él me tranquiliza, parece que ni siquiera le da asco. Sigue matando arañas. Entre las más chiquitas y las grandes contamos dieciocho. En la cama nos dormimos de la mano. No creo que a él no le haya importado que hubiera tantas arañas pero me gusta que diga que no, que las mate y que ahora me agarre para dormir.
A las siete suena el despertador. No me cuesta levantarme. Estábamos tan cansados que pese a las arañas dormimos bien. Me levanto y veo que el día está precioso. Es re lindo día, digo desde la cocina. Pongo agua para tomar algo antes de salir. Nos vestimos, desayunamos, preparamos lo que vamos a llevar.
Casi a las ocho salimos. Caminamos las dos cuadras hasta la playa y de ahí hacia la derecha. Dijeron que son siete kilómetros, por la arena. Se ve un médano alto que vamos a subir. El sol choca horizontal. Durante la mañana irá subiendo. Siempre que pienso en el movimiento del sol, recuerdo el texto de Nietszche, El crepúsculo de los ídolos, y la explicación de aquel profesor de filosofía del CBC: el sol del mediodía es el momento de claridad máxima porque no admite sombras. Ahí está la mirada del filósofo.
Caminamos. Estamos solos. A lo lejos vemos a otra gente que debe haber salido más temprano. Paramos para ponernos más protector solar, para sacar fotos, mirar el paisaje. La arena dorada y el mar cada vez más azul. Vemos una isla pequeña. Subimos el médano y lo bajamos.


Caminamos muchos metros por una orilla a la que llegan lobos marinos muertos. Son demasiados. Pensamos en las causas de la muerte.
Hablamos, cantamos y caminamos en silencio.
Sacamos más fotos en unas rocas y cuando volvemos a caminar nos damos cuenta de que él olvidó una de sus sandalias. Pero no queremos volver, nada es demasiado importante.
El sol sube y nos acercamos a Cabo Polonio. Son cinco horas de caminata tranquila, con algunas paradas. Nos alegramos al ver el faro y pronto nos encontramos con las primeras casitas que no resultan ser tan modestas como pensábamos. Pasa un actor conocido con su novia en topless. El lugar no tarda en ponerse cool, con la peor de las connotaciones.


Nos tiramos al mar y descansamos en la arena.
Besos al sol.
Comemos algo pero no queremos quedarnos demasiado tiempo. Cabo Polonio no es tan lindo como imaginamos. La comida es cara, hay olores extraños, y después de un vistazo preferimos la gente de Valizas.
Volvemos a los saltos en un jeep que nos deja en la ruta. Hacemos dedo después de averiguar cuánto sale un remise de regreso.

Nos levanta una familia y pocos minutos después llegamos al pueblo.

Comments:
Me ha emocionado, Lola... Se me movió algo serio en el pecho. (¡espero que no sean arañas!)
 
Qué nostalgia por mi tierra!En semana santa estuve por esos lados, después de mucho tiempo.
Y sí, da un poco de pena que se esté haciendo tan conocido ese rinconcito del planeta...
 
También vi esos animales muertos encallados en la playa.

Lindo post.
 
Me contó un amigo que una vez fue con su novia a pasar un fin de semana al campo, y pararon en un rancho precario, con techo de paja. A la noche, ella vio una araña entre la paja, sobre la cama, y él roció al bicho con un spray tipo raid. La araña palmó enseguida, pero los efectos del raid penetraron la paja, de suerte tal que toda la noche estuvieron cayendo sobre el lecho una multitud de otros insectos muertos.
 
Verano en Cabo polonio.Caminamos por la playa. Lleno de lobitos muertos...
Invierno en baires y un recuerdo hermoso.
 
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