El último día de la primavera que recuerdo es el de 1999, un fin de la inocencia todavía muy inocente, quinto año en el rosedal, mi pollera roja con flores y una musculosa blanca de algodón, los siete kilos de más no eran un detalle sino angustia, día lindo y sensualidad, un grupo grande, algunos amigos tirados en el pasto, jugo, sandwiches y las agujas de mi reloj ansiosas porque se hiciera la noche, el encuentro con A. en el departamento de mi hermano. Los poemas que escribí a las cinco de la mañana porque no se quedó a dormir conmigo, y yo no había imaginado siquiera que podía irse.
Los poemas del día de la primavera ahora guardados en una caja que sé perfectamente cuál es y dónde está.
Después de todo, lo vi acurrucado en el sillón, las piernas larguísimas, dobladas para que no tocaran el piso. Miraba la noche en silencio.
Un rato así hasta que dijo que tenía que irse.
Yo vi sola el amanecer y cuando se hizo la hora me vestí para ir al colegio.
...viene a mojarse los pies a la luna...