Mi amiga quiere criar una tribu de hijas y yo le escribo para contarle que en estos días pienso en hijos como nunca antes. Será que... Sí, eso. Le escribo y me emociono cuando imagino la amistad de la niña de rizos colorados y mi niña de ondas castañas, como si los hijos, en nuestra fantasía al menos, fueran una réplica de nosotras mismas. Como le dijo su novio, gracias a ese comentario seguro que terminamos un domingo en el parque jugando todos a la pelota. Los rizos de todos colores también pueden ser masculinos. Y parece que los ojos serán claros. Pestañas largas. Sonrisa gigante.
No tardo en condenar la inocencia que dibuja un futuro feliz de pañales y noches sin dormir. Pero tardo menos en dejar que así sea, en creer, como dice ella, que hay días... y que estos son días en los que parece que todo, la niña o el niño -o la niña y el niño- también llegará para acompañarnos.