Me acordé de las palabras de mi padre, que nunca había sido aficionado a la lectura, pero que había aprendido a conocer la verdad en la soledad y las experiencias vitales: él también conocía esta peculiaridad, sí, el también había encontrado a una mujer a quien amaba, y a cuyo lado se sentía completamente solo, porque eran dos personas distintas, de distinto temperamento, de distinto ritmo vital, porque mi madre también era "diferente".
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El secreto y el regalo mayores de la vida es cuando se encuentran dos personas "semejantes". Esto ocurre raras veces, como si la naturaleza impidiese tal armonía mediante todas sus fuerzas y tretas, quizás porque para la creación del mundo y la renovación de la vida es necesaria la tensión que se forma entre las personas que no cesan de buscarse, pero que tienen intenciones contrarias y distintos ritmos vitales.
El último encuentro, Sandor Marai.