El jueves 23, 550 inscriptos en Lit. Argentina II. Ayer, en la marcha, ¿cuánta gente? ¿Cien mil? Entre ambas muchedumbres, la alegría de encontrar amigos.La gente ayer era tanta que si nos quedábamos encolumnados no íbamos a llegar nunca a la plaza. Comenzamos a caminar por la vereda, mirando las banderas, festejando algunas, criticando otras. Cuando nos pusimos detrás de la bandera del CEFYL comprobamos con tristeza que eran demasiado pocos y ningún conocido. Seguimos por la vereda. La caminata se hacía cada vez más difícil. Sumamos a un amigo en la 9 de julio, y seguimos. Poco antes de la plaza de mayo no pudimos caminar más. Empujones y ansiedad. El jefe que proponía la diagonal sur, pero finalmente tomamos diagonal norte. No éramos pocos los que tuvimos que elegir camino alternativo. Costó avanzar. Seguimos. Llegamos a los empujones. 20 hs. en la Catedral. Había que ir a la primer palmera para encontrar a no sé quién. Llegamos. Vimos un poco. Escuchamos el final. Enorme bandera de la juventud peronista. Algún incidente en el escenario. Enterarnos de que habían leído la carta de Walsh. Mucha gente que nunca llegó a la plaza. El 24 de marzo.
Sonaban los celulares. Novias que decían donde estaban para robarle un beso a su chico, amigas y amigos que buscaban otros amigas y amigos. Mi celular no sonaba ni llegaban mensajes. Muchas parejas caminaban de la mano y en la plaza otras se daban besos. Me senté en el pasto antes de la lluvia. Ni muy emocionada ni muy feliz. A veces me canso de no sentir nada. De que en la marcha no hubiera nadie a quien esperara encontrar. Ni en la marcha, ni en una fiesta, ni en una cena, ni en una reunión. Pueden llegar algunos besos pero el corazón está más cerca de los agujeritos que de las cosquillas. Y se larga a llover. Entre seis o siete, tres paraguas y rumbear hacia avenida Belgrano para luego terminar de desconcentrarnos y unos pocos partir a cenar juntos y otros pocos cada uno por su lado. Y así pasa el 24, entre experiencia colectiva y sensaciones personales.