Diez y media me preparo un nesquik que no es nesquik porque tiene café y no chocolate. Lo tomo frío.
Encuentro de Letras. Ayer mucha gente y lindo clima. Para las mesas de menor expectativa, el mejor resultado.
Salí desilucionada de la mesa de blogs, internet y literatura. La discusión me pareció vacía y torpe, no por falta de academicismo sino por falta de ideas, porque se dio mucho espacio a algo que me parece indiscutible y que ya es lugar común cuando se habla de literatura en internet: si el libro muere o no muere.
Esto fue especialmente traído por
Margulis, con poca resistencia de
Incardona y
Terranova y algunas buenas puntas ofrecidas por
Llach, que un poco se perdieron ante el énfasis, el efectismo y la extensión de Margulis.
Es muy poco interesante pelear acalorados sobre una cuestión que en el mejor de los adjetivos es profética. Si hablar de literatura en internet nos lleva a pensar si el libro desaparece o no, me parece que estamos dejando de lado todo lo interesante que puede tener esa discusión. Oponer un soporte al otro como si uno tuviera que ser superador.... para qué. Por qué no pensar, en todo caso, cómo opera la masividad de internet y la multiplicación de publicaciones virtuales sobre el libro impreso. Alejandro Margulis, uno de los expositores, tomaba la palabra “virtual” en forma despectiva. Pero él tiene una editorial electrónica. Virtual si es poco real es despectivo. No es poco real. Es virtual. Internet es un espacio virtual y no es menor por eso (podemos discutir si es menor o no, pero no creo que pase por la “virtualidad”). Todo el discurso de este muchacho parecía ser el discurso de la cola de paja y del resentido sin libros publicados. Él era el más enfático al hablar de por qué la pantalla y no el libro, como si el formato electrónico fuera de por sí mejor por más plural y democrático. Porque es un circuito donde se pueden desafiar las leyes del mercado editorial. ¿Las editoriales chicas no desafían esas leyes también? ¿Ese desafío pasa por lo electrónico vs. libro impreso o por lo que se elige publicar? No es lo mismo tener una editorial que publica clásicos, una editorial que publica contemporáneos latinoamericanos o una editorial que publica poesía. Vamos. No es cuestión de soporte. Es cuestión de literatura. Es cuestión de qué leemos y que intervenciones proponemos en el campo. El soporte que elijamos es un tipo de intervención en sí misma. Pero si publico la obra de Andahazi, sea donde sea que las publique no voy a estar desafiando nada.
Algo interesante fue lo de Incardona trayendo a Link. Correr el eje de las lecturas a las escrituras. Todos escribimos. ¿Pero leemos más? ¿Borramiento de autor o todos autores que queremos ser particularizados y conocidos por una comunidad más o menos mayor y delimitada? ¿Comunidad global? ¿De qué están hablando? ¿Cómo es posible que me conozcan en Asia o yo conozca a un Europeo en el infinito azaroso que es internet?
Hablar de soporte por el soporte mismo, vender un soporte como vendedor ambulante de colectivo, esa es la sensación que me provocó la exposición de Margulis, que desluce su proyecto por ir al choque con algo que no necesita de ningún choque para existir. Creer que matar al libro es matar al padre para que surjan estéticas nuevas me parece una tontería. Hablemos de estéticas, lecturas, escrituras. Hablemos de cómo inciden las condiciones de producción sin duda marcadas por las nuevas tecnologías en nuestras escrituras. Hablemos, en todo caso, de cómo se ven alterados los circuitos de consagración y canon para la literatura contemporánea cuando gran parte de ella es publicada primero o solamente en la red. Pensemos problemáticas y relaciones. Y dejemos al libro tranquilo, uno de los objetos más generosos de la humanidad.