Mientras tanto, el domingo amanece soleado y se nubla con el correr de las horas. Amenaza pero no llueve. Pasado el mediodía, de regreso en el auto, intimidad de chicas, mi hermana me ajusta el corset mientras Clara se prueba mis lentes de sol. Saberes que pasan de una a la otra. El corset casi no me deja respirar pero a veces las chicas soportamos algunos dolores con tal de estar divinas. Algo así, parece. Y mientras tanto, decido no filmar porque yo no dirijo. Hacerlo todo es una fantasía absurda. Y cuando decido no filmar también decido por la concentración más que por la adición. Mientras escribo adición pienso adicción.
Suena el teléfono, lo dejo sonar dos veces, atiendo. Es mi mamá. Es mi mamá. Es mi mamá.
Explico que ese papel no era importante, lo tiré, digo, chau, corto y sigo escribiendo. Hay momentos (de varios días) en que el tono con mi familia es seco y de oraciones breves. Eso los pone ansiosos: preguntan cómo estoy. ¿Cómo estás? Cómo estoy.
Mientras una amiga cena sola una comida para dos, porque él llega, pero más tarde de lo que había dicho, yo sigo leyendo cuestiones de misticismo judío sólo porque quiero entender un poco mejor la contradicción de mi filósofo preferido y porque adivino que por ahí también puede estar mi contradicción.
También leo las palabras sobre el primer año de Clara y lloro.
Pienso: bulimia del llanto: a veces lo mejor es hacer todo para provocarlo, que salga y seguir.
Por eso voy al cine hoy.
Decido mandar lo que pensé del video minuto a un amigo que quería participar del concurso pero que no tenía ninguna idea. También le avisaría a M. que desistí de todo eso, de la cámara, el rodaje, el bla bla bla que sólo podría haber logrado con su ayuda, pero es domingo, es de noche, vengo del cine, y abandono la ansiedad de decir.
No es necesario comunicar las decisiones al instante; aunque a veces las decisiones se hacen decisiones al momento de su comunicación. Algo así.
...viene a mojarse los pies a la luna...