Un día siete, como hoy, en un bar de viejo, respondí a la pregunta "¿qué querés?" con una frase que nunca pensé que diría, un poco (gran parte) porque lo deseaba y otro poco porque no iba a achicarme. Después caminamos las cuadras que nos separaban del comienzo de la Historia (aunque había empezado antes), y desde que llegamos, durante todas esas horas, eso que parecía una frase canchera y de corto alcance, adquirió un poder que no habíamos sospechado: todo -TODO- lo que estaba por fuera de esa habitación comenzó a pulverizarse. De pronto no hubo más Tiempo ni otras personas ni ninguna obligación que nos sacara de ahí. No era una pretensión romántica. No era, siquiera, la idea. Era algo que no iba a suceder. No había decisiones en juego, ni siquiera dudas. Simplemente sucedió así.
El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos, dicen en Casablanca.
Mi mundo se derrumbaba mientras, y porque, nosotros nos enamorábamos.
...viene a mojarse los pies a la luna...