
"¿a qué distancia debo mantenerme de los demás para construir con ellos
una sociabilidad sin alienación,
una soledad sin exilio?"
Claude Coste, "Palabras Preliminares" a Cómo vivir juntos, de R. Barthes.
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Duermo con cinco libros a mi izquierda, después de la histeria premenstrual y de aprovechar, tarde muy tarde, la fuerza y la calma de la clase de yoga para, al fin del día, bailar un poco en los colores cálidos del living, frente a una ciudad de pocas ventanas encendidas, psicodélica de luces que titilan como guía que no logro descifrar.
La posibilidad de la calma después de la furia, incluso después de la vergüenza, en soledad que no es padecimiento, es algo habitual que todavía se disfruta como novedad. Mi analista comprendió las razones por las que planteo el final, e incluso pareció estar de acuerdo. Pienso que salvo en los últimos meses, siempre me tomé un tiempo para los finales, y que quizá este caso sea la oportunidad de retomar esa costumbre.
Entre las cosas que me obsesionan, me dedico a reflexionar sobre algunas experiencias en grupo y a fantasear modelos comunitarios. Por eso, de los cinco libros, repaso, todavía hasta más tarde, Cómo vivir juntos: "la idiorritmia designa también, todas las empresas que concilian o intentan conciliar la vida colectiva y la vida individual, la independencia del sujeto y la sociabilidad del grupo."
Por otro lado, mi cuerpo empieza a responder(me) y volver a sus rythmos habituales. Se alejan flotando los miedos ridículos de los días que pasaron. De tres pastillas por día, hoy empiezo a tomar una.
Quisiera esquivar, cuando somos dos, los pozos de la rutina. Una hora y media, en una tarde plagada de obligaciones, me recuerda el comienzo, y me marca, como esas luces que titilan de noche en la ciudad, senderos a seguir. Hay que cuidar, como un secreto, las cavernas donde podemos escondernos de los leones que acechan con la lista de pendientes: "locas medidas de protección; casa completamente oculta, invisible, todo un sistema de cercos y escondrijos. La clausura como delirio, como experiencia límite". Leo y recuerdo el poema de Marina, ése de la casa al borde del precipicio, o aquel otro verso de otro poema, como de sabiduría oriental, que dice "...en el peligro
está la salvación".
...viene a mojarse los pies a la luna...