Era un día para quedarse en la cama, remolonear, desayunar en el balcón, volver a la cama, ver el sol. Pero nos levantamos para rumbear hacia las obligaciones. Un viernes neurótico, ¿no? En la oficina los viernes son como un pequeño apocalipsis de falsa importancia, hay que salvarnos de la caída, resolver antes del fin todo lo pendiente. Nos apuramos para llegar a tiempo, para entregar el trabajo y rogar que el jefe no nos llame desde el exterior para decir que todo está mal (as usual). Era un viernes para quedarse en la cama, abrazados así, dormir y despertar, dormir y despertar, darnos vuelta y seguir. Pero había que levantarse para rumbear hacia las obligaciones. Un viernes neurótico rompen la casa y no podés creer que estés ahí otra vez , deja vu de los que uno no quiere volver a ver, poner stop en la película, echar a los plomeros, decirles que no es ahí, equivocado, donde tienen que romper. Si no es stop es retroceder, vernos en cámara rápida con los movimientos hacia atrás para cambiar las decisiones, entonces en lugar de apagar el despertador para levantarnos minutos después, vestirnos rápido y salir, lo apagamos y digo que podemos dormir más tiempo, que no nos espera nada, bajo la persiana para que no entre tanta luz y nos damos vuelta para volver a abrazarnos. Yo sueño con una oficina donde los viernes se siente el apocalipsis y me alegro de no estar allí. Vos recordás los meses en que unos hombres rompían tu casa mientras fantaseabas con cómo quedaría cuando estuviera lista. Los hombres envueltos en mameluco y herramientas de destrucción se funden en la pared ya terminada, ves la casa de tus sueños y al despertar te das cuenta de que ya estás ahí.
...viene a mojarse los pies a la luna...