Hace días me reencontré con la lengua materna. Mejor dicho, con una variación que no deja de serme familiar.
Tiene sonidos nuevos, sintaxis especial, ritmo.
Desterrado, a veces, como arma de defensa, uno no se da cuenta con precisión de la comodidad que no tiene, de lo difíciles que pueden ser las cosas aún cuando "todo está bien".
Recién en el encuentro, con la sorpresa de la placidez que no requiere grandes ajustes previos, cuando el aire se vuelve casi líquido y caminar es parecido a nadar sin esfuerzos, uno se pregunta, yo me pregunto, dónde estuve hasta ahora,
hasta que entiendo que todo lo recorrido me trajo hasta aquí,
la esquina que es mi edificio,
la cercanía, extrema, de aquel otro.