Una mujer y un hombre, después de verse alguna vez (o incluso sin haberse visto antes), se citan en un café. ¿Cuántas veces nos pasó esto? Volver a comenzar el juego. Buscar fechas y lugares coincidentes en la vida de cada uno para achicar las distancias y que la historia de cada cual empiece a ser una historia común. El club, una persona, el barrio, la escuela. Un trabajo. La facultad. Los deseos. Cualquier punto de nuestra vida que sea eco de la del otro es festejada por ambos porque entonces sí, quizá en ese lugar donde los dos estuvimos alguna vez o tantas veces sin habernos visto está la clave de lo que somos, vos y yo juntos, para siempre.
Pero ¿cuántas veces nos pasó esto? ¿Con cuántos hablé de calles y barrios, institutos de inglés o personas que quería que fueran personas en común? Parece la publicidad de Coca Ligth que pregunta cuántas veces se te escapó un te amo en la primer semana.
A mí nunca.
Me río cuando pienso en lo que encontré en común con cada uno. La más extraña: el incipiente country al que iba en familia durante los ´80, era una quinta gigante a la que iba A. veinte años años antes. Nos dimos cuenta de esto en un viaje en auto, hacia Bariloche supongo, mucho tiempo después de haber comenzado a estar juntos. Celebramos como niños ese lugar que de alguna forma habíamos compartido pese a los años de diferencia y pensamos que quizá allí había comenzado todo. Y es que cuanto más forzado mejor, como si la magia dependiera de la posibilidad de unir puntos como estrellas lejanas que parecen no tener nada que ver. Hurgar hasta encontrar aquello que permite explicar cierta cuestión predestinada que buscamos con obstinación cuando queremos encontrar razones para enamorarnos.
Entonces, en otro café, en otra historia, yo de pronto me convertía en ella. Aunque él, en ese momento, se sorprendiera porque no recordaba que esa chica sobre la que pensó ¿será ella? era yo que ahora hablaba frente a él, mirándolo a los ojos.
Y volvemos a empezar. Tejer redes que nos confirmen que sí para después, el tiempo que sea el tiempo después, volver a buscar razones para entender por qué no. Por qué ella no resultó ser la mujer de tu vida. Entonces ni el country de los años ochenta; ni el instituto de inglés; ni aquel encuentro casual sobre el que ahora él se impactaba.
Entre el aire y la tierra, pienso en la persona con la que no tengo ninguna estrella en común, ni la posibilidad de una historia demasiado mágica. Más bien, cosas de todos los días: una amiga en común, dos clases de teatro, y de ahí en más... Claro:
la cita en un café. Federico Lacroze y Alvarez Thomas.
...viene a mojarse los pies a la luna...