Me río del que dice que escribo y pienso chorreando grasa sin entender por qué se sorprende, si es que se sorprende, si yo nunca dije lo contrario ni pretendí otra cosa. Me lamento por esa discusión que no discute nada , por haber servido para la hinchada que intenta gritar pero queda muda. Ni banderas ni eslóganes. Ni te quiero ni te odio. Apaguemos la computadora y vayamos a leer (y ahorremos todos toditos esos comentarios). En cambio lloro, hoy, cuando abro la cortina de la bañera, ya bañada y ahora mojada, desnuda, y veo todo el baño inundado, la rejilla derramada y maldigo que se me caiga tanto el pelo, tanto, tanto, que sea razón para inundar mi casa. Abro la puerta del baño, no sin antes entoallarme como puedo, y confirmo que el agua también llegó a mi habitación. ¿Dos centímetros? Creo que sí. Levanto el acolchado verde, me pongo las ojotas y no sé por dónde empezar. Hoy tengo un parcial y en la oficina me dieron el día. Tengo un parcial. Tengo que estudiar muchísimo. No puedo escurrir agua del trapo todo el día.
Llamo a mi mamá y no me da vergüenza. Se me inundó la casa. Obviamente: ponete a secar. Sí, claro. Buscá al encargado. Un plomero a destapar. Que pague el consorcio.
Me visto y bajo pero el portero no está (te digo portero porque no estabas para salvarme; "encargado" es demasiado). Le pido ayuda al señor de la ferretería de al lado, ese que arregla todo. Viene, destapa, no quiere cobrarme. Mientras, trapo y escurro, dos baldes de agua y también baja la desesperación.
Este tipo de imprevistos me hace sentir desprotegida. Lo extraño es que antes no me pasaba (la sensación, no los imprevistos), porque tampoco estabas allí para protegerme.
El poder de la imaginación: de todos modos hubiera sido lo mismo.
...viene a mojarse los pies a la luna...