Lunes. Ayer tu llegada y mañana otra partida: despedida y juego sin vencedores. Próxima posta, en ocho o diez días. Pero bien. A mí la distancia no me asusta. Amor y distancia entraron en mi vida a los diecisiete años y podrían ser los ejes de análisis de esta historia si fuera (sólo) un texto. Juro que no me gusta demasiado estar sola pero también que en estos días la estoy pasando muy bien.
Hoy a la mañana, un acto institucional de la organización con todo el comité internacional. Pregunto qué caras corresponden con esos nombres que veo en correos electrónicos y a quienes les mando videos por fedex. Me dicen que ahí está H.S y no sólo eso, sino que él, ese viejito que está ahí y que es millonario, es el dueño de Starbucks, esa cadena de cafeterías que me albergó durante los diez días que caminé Nueva York. Pienso es un millonario de verdad. También algo así como ¡el dueño de Starbucks es judío! Pienso que es casi un famoso para mí. Quisiera ir a decirle algo, pero no puedo decir que sé lo que sé. Por otro lado, se me acerca el Director de Todo, el de la sede de París y me saluda como si fuéramos viejos amigos, ahora que soy the Marketing Coordinator. Le pregunto qué tal la presentación de hoy, y si salió bien la proyección del video en Mar del Plata. Todo excelente. Y me pregunto para qué antes eran cinco y un jefe si ahora estoy solita con mi alma armándoles todo lo que piden y les encanta. Pienso esto y recuerdo lo bajo (bajísimo) que es mi sueldo. Lo comparo en dólares con lo que debe ganar un bakery o un coffee boy de Starbucks y me deprimo. ¿Cómo me veo en NY, sirviendo café y ganando más que en Buenos Aires? Salidas fáciles. A la semana daría interminables pataleos para volver. Entonces no, no me acerco a H.S para decirle lo buena que soy atendiendo al público. En cambio, se acerca a mí otro compañero de trabajo que explota el globo de la fantasía: el dueño de Starbucks también se llama H.S pero no es este que está aquí entre nosotros. ¿Por qué? ¿Por qué esta palabra es más calificada que la anterior? Tanto la primera como la última afirmación podrían ser verdaderas y falsas. Recuerdo los juegos de ingenio que te preguntan cómo dos cosas aparentemente opuestas pueden ser verdaderas. En este caso "es o no es". No puede ser "es y no es". O sí (pero no me voy a poner a filosofar).
Hoy me divierte creer. Entonces creo.
...viene a mojarse los pies a la luna...