Ella duerme sola en una cama de dos plazas. Entra la luz de domingo en la habitación. Sobre la otra almohada descansa un celular enchufado. Ella se despierta, mira la hora y gira. Son sólo las nueve y media de la mañana: quiere dormir más.
Poco después de las diez el celular vibra. Un mensaje de texto nuevo: "Buen día! Seguro estés durmiendo pero justo acá tengo señal. Te mando un beso! T."
Ella levanta el teléfono y marca un número.
--¡Hola! ¿Podés hablar?
--Sí, sí, ahora puedo...
--¿Cómo estás?
--Bien, pero cansado.
Suena el timbre.
--Te suena el timbre.
--Sí, pero no importa, no espero a nadie.
--¿Estás sola?
--Sí, claro...
Suena el timbre otra vez
--Ah. Te suena el timbre otra vez.
--Sí, no importa, no voy a atender. Contame de vos. ¿Dónde estás ahora? ¿Cuándo volvés?
--Bien, todo bien. A que ahora suena dos veces.
Suena el timbre dos veces.
--No entiendo...
--¿No vas a atender?
Silencio. Suena el timbre.
--No me digas que sos vos, no me hagas estos chistes, por favor te pido.
--Ahora suena otra vez.
Suena el timbre.
--Ay, ¿estás acá? ¿Volviste?
--Y subo, me están abriendo la puerta.
...viene a mojarse los pies a la luna...