Podría contar de las seis pelis que vi en los dos días en que asistí al BAFICI, las dos de ayer, las cuatro de hoy, la tormenta que ayer abrió las ventanas de mi casa cuando yo no estaba y barrió con todo lo de un escritorio y mojó la mitad del acolchado. Podría contar también cómo ayer salí de un cine y corrí bajo la lluvia para llegar al otro. Lo bueno de la primera peli, lo malo de la segunda. Y que cuando una película me gusta me hace flotar hasta un lugar donde todo lo de mi propia vida se vuelve relativo. Quizá como tendría que ser siempre. Podría hablar de todas las personas que me encuentro, incluso el desconocido que crucé dos veces para sacar entradas y que ayer vi en la segunda película. Podría recomendar dónde ir y advertir cuáles no ver.
Contar que hoy me levanté temprano y vi el documental Porno a las diez y cuarto de la mañana, solita yo en el cine y esas chicas que cómo se besaban... Contar también cómo a eso del mediodía llegaste, pensé que sólo para ver una peli pero te quedaste todo el día, y qué lindo todo el día, todas esas pelis, el almuerzo y la cena. Pero no, mucho más no. Ciertos detalles no. Pero qué lindo ver Se arrienda, otra vez, preguntarle cosas a Fuguet, tenerte al lado.
Quisiera dar detalles de las películas, contar lo que surge a partir de una y otra, lo que pensaba mientras corría bajo la lluvia, la impresión de encontrar todo tirado en mi casa después de la tormenta, cómo es descubrir que varios de los envases que dormían en el balcón del piso trece ya no estaban a mi llegada y ¿si maté a alguien de un botellazo? El ténder tirado, alguna media perdida, quizá una bombacha, la pollera más linda no: colgada del ténder, tirada en el piso pero ahí, apenas en una posición distinta a cómo yo la había dejado.
Contar que no tengo compu en casa y que son casi las tres de la mañana. Que después de todo lo lindo, ya sin ánimo de salir, pero con ánimo de amar, llamé a mi amiga Carito, para preguntarle cómo estaba y contarle cómo estaba. Casi las doce de la noche. Viernes a la noche. Viernes santo. Feríado.
Carito no está en su casa. Llamo al celular y da ocupado, ocupado del que sale cuando no hay red. Intento otra vez. Atiende un hombre. Raro. ¿Hola? ¿Hola está Carolina? ¿Quién habla? Mar... Mirá Mar...cuando cortes la comunicación la voy a matar. Y corté. Me asusté y corté. Pensé en ella y su sufrimiento. Pensé en mí y la posibilidad de que con sólo poner en internet el número registrado en el celular el tipo podía también averiguar mi dirección y venir a buscarme. Llamé a MV y ella tampoco contestaba. Después me entero que está en Córdoba. J. no sabe nada. Me tomo un taxi a lo de mis viejos. Después de un rato de desesperación e impotencia, ¿cómo no sé el teléfono de su mamá? ¿cómo no tengo otra dirección? me acuerdo que una vez hace ya tanto MV me dio su contraseña de hotmail y bendita mi memoria, entro a ver las direcciones, y ahí está la hermana de Carito. MSN, conectate, conectate. En el interín encuentro a otros amigos comunes y todos al MSN. Nadie conectado. Ahí está la hermana. ¿Sabés algo de Carito? No... ¿Me das tu teléfono? Y entonces llamo, y cuento, y ella y la mamá desesperadas no saben qué hacer. Llaman a la policía y van a romper la puerta de la casa. El ex no sabe nada. Ella tampoco está conmigo. MV en Córdoba. J. no sabe nada. De la amiga faltante no conseguimos el número. ¿Quién más queda? No muchos más. Y ese tipo. Lo que dijo... Mi mamá quiere hablar con la mamá, para nada o porque sí, o para ayudar en algo si se puede. Llamamos y la hermana dice. Casi tres horas después. Que encontraron el teléfono de la amiga que faltaba. Que está con ella ahora yendo a lo de su mamá. Que justo cuando llamé, pocos minutos antes, ese hijo de puta le robó el celular. Y que está bien. Que todo terminó. Vamos a dormir. Cuando todo otra vez se ve relativo. Cuando por suerte las propias alegrías y tristezas salen del centro del universo. Ahí entonces, vamos a dormir.
...viene a mojarse los pies a la luna...