Hablo con mi ex equis y me cuenta una idea que tiene para un largometraje. Entre otras cosas, el protagonista busca por la calle, a través de una cámara hogareña, a su mujer ideal, a una "ella" que le corresponda, que, aún desde lo implícito, pueda ser "para siempre". Cortamos el teléfono, me voy a la reunión del interpretador y en el viaje pienso, y escribo en mi libretita, rápido, desprolijo.
Me pregunto si esa búsqueda no es justamente la búsqueda que no conduce a nada, si esa fe ciega en que esa persona existe no es en verdad lo que nos lleva de desilusión en desilusión. Me pregunto (pienso en mí, en él, en otros, en los amigos y amigas) si nuestras creencias no son el origen de nuestros fracasos. ¿Qué pasa cuando nos damos cuenta de que "ella" no era "ella"? ¿Cómo sostener una relación cuando pasa ese momento glorioso y la persona ideal se vuelve persona real?
Hace tiempo que sé que el amor duradero trasciende los momentos ideales. Me gustaría pensar qué fantasías se esconden detrás de la búsqueda de ese ideal. Si sabemos que ese amor no existe o no dura, ¿por qué seguimos creyendo que podemos encontrar a Ethan Hawke en un viaje en tren, o que en esa salida al cine puede sentarse junto a nosotros el amor de nuestra vida? ¿Por qué lloramos con esas películas? Al mismo tiempo, nos creemos liberales y modernos porque encaramos relaciones "sin compromiso", pero estamos signados por los mandatos sociales más retrógrados. Vivimos las separaciones como un fracaso, porque seguimos creyendo que cuando empezamos una pareja tiene que durar para siempre y en tanto no dura hasta que la muerte nos separa, somos unos fracasados del amor y quedamos en la banquina esperando subirnos a otro auto. Mientras, volvemos a intentar algo que ya sabemos no funciona o probamos otras cosas. Salpicamos de cuerpo en cuerpo, a veces con más y a veces con menos placer. Imaginamos un final del recorrido donde nos espera la persona ideal a la que encontraremos alguna vez. O no. Pero si no, seremos infelices. Como un video juego que termina en ese rescate o en un naufragio cuando perdemos las tres vidas. ¿Cuántos somos los que, al menos por momentos, creemos en eso? ¿Cuantas angustias nos provoca este modelo de felicidad?
Cuando conocí a A., él ya tenía en su historia un amor (con convivencia e hija) que había durado quince años. Me costó un tiempo largo dejar de idealizar esa relación, dejar de pensarla como "LA historia de amor", una historia de mucha locura pero de igual intensidad. Hasta que me di cuenta que la mía con él también era una historia (qué historia además, pero ese es otro tema), que se iba construyendo de a poco entre las mil dificultades, y que cuando a cada momento nos dábamos cuenta que era más fácil no estar juntos, elegíamos acercarnos.
Probablemente esto no sea más que una gran obviedad. Pero me gustaría dejar de buscar las grandes historias y elegir los pequeños encuentros. Recordar que así también se construyen los amores. Por momentos me parece que a los dieciocho o a los veinte años la tenía mucho más clara que ahora. Podía disfrutar de cosas simples y estaba atenta a los detalles. Bastaba un vino, esos ojos y dormirme sabiendo que al día siguiente tendría que mirarlo y volver a elegir. O no.
...viene a mojarse los pies a la luna...