Ayer fui a ver El método, la película de Marcelo Piñeyro, basada en El método Gronholm. Poca gente en el cine. Cerca mío un grupo de chicas saludó en voz alta a Pablo Echarri cuando él entró y saludó a sus compañeros competidores. Cada vez que él hablaba, hasta casi la mitad de la película, las chicas hacían risitas y comentarios. ¿Es tan lindo? A mí no me parece. Noriega sí. Lo vi en Mar del Plata, intentando seducir a Carolina Peleritti en la barra del Hermitage. Ella estaba divina y él, después de varios minutos de charla, consiguió anotar su celular. Lo demás, no sé. Esa misma noche, junto a ellos, estaban Pablo Echarri y Nancy Duplaá, la pareja más grasa del espectáculo. Ella, bajo esa simpatía que pretende ser barrial, seguro que esconde una víbora calculadora, haciendo risitas de aquí y de allá, y no te creo nada Nancy, nada. Y él, posando en todas las fotos con todas las chicas ante la mirada fulminante de su mujer. No me gustan.
Si vas un lunes al cine del Abasto (es barato, recomiendo) es probable que te encuentres con una avant premiere. Cuando llegué vi tantas cámaras que pensé que me encontraría con no sé qué staff de qué película glamorosa. Pero no. La era del hielo II y millones de chicos pululando por el hall. El más famoso era el pobre Jorge Marrale que nunca debe haber tenido tanto periodista cholulo encima. Niños por todos lados. Y sus padres ni siquiera famosos.
Así que me puse en la cola para sacar entradas, pregunté a varias parejas si iban a ver El método y cuando encontré a una que sí, los beneficié con una entrada a mitad de precio: tengo entradas a 2x1 (no vale de descuento, esos son un descuento sobre una entrada, yo tengo que comprar dos sí o sí y para la misma película, la misma función) así que cuando voy sola tengo que encontrar a quién darle la entrada a mitad de precio. Podríamos pronosticar así las más divertidas aventuras, pero hasta ahora, siempre, sólo fue una cuestión de negocios.
La película está buena. Un poco previsible y en voz de Echarri las típicas frases de película de Piñeyro (recordemos que es el autor de la solemne "La puta que vale la pena estar vivo"), pero se deja ver y se disfruta mucho.
...viene a mojarse los pies a la luna...