Camino al trabajo pensaba en mis caprichos. Soy hija menor con mucho de hija única (la única de mis padres juntos, y ellos, cada uno, con hijos de matrimonios anteriores). Cuando quiero algo no tolero no tenerlo y no tolero no tenerlo en el momento en que lo deseo. Y cuando no quiero, no hay vuelta. Si quiero algo y no está, pataleo y corro riesgos de obsesión. Me malhumoro sin razones aparentes y sólo vuelvo a relajarme cuando eso que quería está otra vez (o por primera vez) entre mis manos. Por un lado, esto me transforma en "emprendedora". No espero que lo deseado caiga del cielo. Lo busco. Lo fabrico. Lo conquisto. Por otro lado, me hace ser impaciente hasta lo insoportable. Lo quiero ya. No me digan que no. Que no se puede. No.
En general, las cosas salen. Siempre fui bastante consentida. Mi hermano mayor criticaba a mis padres por no ponerme límites (igual, la verdad, salí bastante auto-limitada). Cuando no salen, me siento lo peor. Tolerancia cero. Y la vida que se transforma en un desafío insorportable y en un cúmulo de exigencias que ¿quién puede cumplir?
Podría hacer un cuadro sinóptico de cómo una cosa genera otra. Pero me aburro. Y lo peor es cuando no sé qué. Cuando así, sin demasiado, estoy más o menos bien, o más o menos aburrida, o más o menos nada.
¿Vieron? Yo también soy retorcida. Y haber vuelto al trabajo hace que no tenga mucho que contar.
...viene a mojarse los pies a la luna...