Octubre de 1999. Fin de quinto año. La historia con A. empezaba difícil y clandestina. Él estaba en ese eterno estado casadoseparándose, tenía una hija y vivía a 1400 km. de Buenos Aires. Yo estaba ahí, acá, en ningún lado, enamorada como nunca.
En esa época, él venía a Buenos Aires por trabajo, al menos una vez por mes, a veces más. Llegaba el año 2000 y parecía que el mundo iba a terminar, empezando por los gigantes electrónicos que desde algún lugar cuidan nuestras vidas. Él venía para eso, para trabajar con esos gigantes que en el 2000 dejarían de andar y apagarían el mundo.
Semanas después de que estuvimos juntos por primera vez, en un departamento que mi hermano prestó asustado y yo acepté más asustada, cité a A. en un bar. Había escrito lo que tenía para decirle por si en el momento no me salía hablar.
Le dije que así no. Que yo estaba muy enamorada de él (más que él de mí, en ese momento, y más de lo que yo había amado nunca) pero que así no. Que si él tenía que salvar un matrimonio, yo no entendía qué hacía ahí, acá, sentado conmigo, en Buenos Aires, tan lejos de su casa. Y que si no, si sabía que esa historia ya había terminado, si no tenía nada que salvar, tampoco entendía que hacía ahí, acá, sentado conmigo, en lugar de separarse, de empezar una vida mejor, de intentar cuidar a su hija para que no sufra. Le dije que me parecía mediocre, que veía en él un montón de miedos que lo dejaban paralizado.
Le dije todo eso sin leer nada de lo que lo había escrito. Le repetí que lo amaba pero que prefería dejarlo y seguir mi vida. Le dije que por mi parte, yo había entendido que no quería ser la amante de nadie, que era demasiado chica para eso y que además no me gustaba ese lugar. Si después de eso nos encontrábamos, todo iba a ser mejor, y sino, no iba a ser nada, pero se acabarían los miedos, los dolores de panza, la vida tendida de un hilo siempre a punto de cortarse.
Dejamos de vernos y hablar durante tres meses. En el medio, la ex mujer llamó a mi casa y escandalizó a toda mi familia. Esa es otra parte de la historia.
En enero del 2000, después de los fuegos artificiales, y con el mundo todavía vivo, me llamó para darme su número de teléfono y la dirección de su nuevo departamento. Además decía que quería verme, y escribía que quería amarme.
Salió bien. Podría haber salido mal. A veces sale mal.
El amor duró cuatro años.
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