Ayer a la tarde D. me acompañó a Galería Jardín para ver computadoras. Unas cuadras antes de llegar y antes de la lluvia de las seis de la tarde, vi, por primera vez, un local de falabella y pedí, como loca, o como niña en disney, entrar para ver todo. Un ratito. No. Sí, un ratito. Bueno. Y entramos. Me reí entre los colores de falabella y el mal humor de D. Pocos minutos después salimos y llovía mucho. Faltaban dos cuadras para la Galería Jardín. Esperamos bajo un techito. La lluvia no paraba así que cruzamos a un Burger. Había tanta gente que antes de llegar a la caja, paró un poco y entonces seguimos. Inversión de roles. En Galería Jardín, mi mal humor. Odio preguntar por computadoras, que me hablen en ese idioma de procesadores y velocidades, que me miren como si fuera una estúpida porque hago "uso hogareño", "word e internet", "reproductora de DVD", "no, nada más". Para qué quiero una computadora, pienso, si sólo es para eso. Pero eso, a veces, parece esencial. Mal humor y malas caras. Me preguntaban para qué y le pedía a D. que respondiera por mí. Yo pienso que son todos unos chantas que quieren aprovecharse de mi ignorancia. Mientras, D. miraba monitores y yo me debatía si comprar la notebook que me ofrece mi amigo P. o un equipo nuevo, enorme y nuevo, todo para mí, a unos dólares más. No sé. Este tema me estresa. Sólo quiero dormir y que al despertar esté la computadora divina, encendida en mi casa.
...viene a mojarse los pies a la luna...