Mariano Dorr cierra su blog del costicismo, inquieto por lo que genera, y yo, que llego a la oficina y me dispongo a escribir sobre lo linda que fue la noche de ayer, abro blogger y me encuentro con comentarios que transformaron la mañana feliz en cuatro horas de paranoia y preguntarme entonces para qué, para qué todo esto si no es para escribir un poco todos los días y en todo caso comunicarme con la gente que quiera comunicarse conmigo. Pasan cosas raras. De coletazo alguien llega a este blog, derivado de derivado, alguien que en algún momento vio una foto mía en una habitación, alguien que, dice, me conoce de vista. Alguien que al principio no quiere decirme quién es, que dice que tiene miedo, que describe con asombrosa precisión (¿obsesión?) la habitación de mi ex novio. Yo sólo seguridad de que es mujer, y entonces imaginarme cualquier cosa. Imaginar mi sonrisa en la foto de esa habitación siendo testigo de cosas que por suerte las fotos no ven ni pueden contar. La cabeza a mil. Analizar textos como piezas de un enigna y un cuento de espionaje. La impresión de que alguien lea, sepa quién soy y conozca un ámbito íntimo que no mostré en ningún lado. Pasar la mañana con un colaborador telefónico que me ayuda a leer y concluir. Pura ansiedad hasta por fin enterarme y volver a estar tranquila. Volver a respirar.
Que el pasado sea el pasado que ya conozco y guardo conmigo y no un cajón de novedades que lo desdibujan. Que las personas que conocí sean las que conocí. Que las relaciones que tuve sean como creí que fueron. Qué alivio. Y que por fin pueda volver a sonreir porque la noche de ayer fue preciosa, porque escuchar a Spinetta siempre es un placer, porque todavía existen buenos encuentros, y porque con el pasado tranquilo, los días que vienen aparecen despejados.
...viene a mojarse los pies a la luna...