Estaba preparando un final y lo dejé. Dejarlo implicó algunos entredichos con mis padres, en especial con mi madre, que se preocupa porque cree que no me voy a recibir nunca, y por cómo voy a hacer para estudiar dentro de un tiempo “cuando llegues y no tengas lista la comida”. Cosas de padres. Y cosa mía que me inquieto si no logro satisfacer sus expectactivas. Terapiaterapiaterapia. Amigos recomiendan no gastar energía en intentar que entiendan y que lo mejor es que yo comprenda que ellos no van a entender de qué se trata todo esto. Terapiaterapiaterapia.
Otra de las implicancias de haber dejado el final para marzo es que puedo aprovechar todos los estímulos y fiestas que propone diciembre y el fin de año. Presentaciones de libros de amigos, reuniones de amigos, lecturas no académicas, y un tiempo disponible, que no siempre dedico, a la escritura.
De todos modos, el abandono de las obligaciones es tan grosero que ayer tuve que suspender cita con dermatólogo por haberme quedado más de lo previsto en un local de Zara, en busca de una pollera. Después, antes de ir a la presentación del libro de Pedro Mairal, estuve un rato con mi hermana y Clarita.
Mientras Clara caminaba (camina! camina!) y conversaba con los objetos (y con Barny, en la TV) alrededor nuestro, nosotras hablábamos de los blogs, de mis padres y el blog, de qué gracioso es mi papá (“aparecés desnuda en el glok?”), y de que mi hermana quiere tener un blog de diseño o algo así, después de que se buscó y encontró que en un blog de alguien desconocido habían comentado uno de sus libros (ella es la diseñadora-editora que hizo los libros Surtido, Surtido P, y ahora Viejo Buenos Aires).
Empezamos a hacer una cuenta blogger justo cuando Clara tuvo un nuevo episodio de diarrea y malestar típico de los días en que los nuevos dientes piden pista para salir. Cambio de pañales, algo de juego para distraerle el llanto y la creación de cuenta blogger que quedó para el fin de semana. Ya llegando tarde a la próxima parada, caminé hasta Prometeo-Miles, presentación del último libro de Pedro Mairal, y encontrarme con amigos y gente conocida. Yo tenía planes para después pero a último momento me invitaron a una reunión a la que quería ir. Algo preocupada llamé para hacer un pequeño cambio de horarios, no de planes, pensando que quizá debía resignar o hacer resignar algo, o provocar un malestar o algo así que no quería provocar. Pero no. Todo tranquilo. Sencillo. Posible. Dale, nos vemos ahí. Una posibilidad de que viniera a donde yo estaba o que yo fuera más tarde a su casa. Sin problemas. Sin vueltas ni conflictos ni ofensas. Poder estar donde quiero. Aprender de a poco a que estar con alguien no implica resignar otros deseos. Qué salud. Qué placer. Qué grata sorpresa.
...viene a mojarse los pies a la luna...