Me despierto después de una noche de temperatura agradable y deseos cumplidos. Miro la temperatura en TN y me doy cuenta de que es 29, díadelosñoquis. Llego a la oficina y mando un mail a los compañeros más cercanos para ver quién se quiere sumar a un pedido masivo de ñoquis para el mediodía. Festejan la buena idea. Somos seis.
Semana de celebraciones. Fin de año me toca como comienzo. Quizá porque los finales de algunas cosas ya fueron hace unos meses, ahora casi todo tiene sabor a estreno (ayer, una cena con gente nueva, conocer la ternura inteligente del pequeño Simón). Algunos coletazos de aquellos cierres dejan como saldo que es mejor la distancia de la nostalgia que las eternas despedidas. Elegir los hilos hacia adelante y no la frustración de los encuentros que sólo muestran lo que no puede ser. En un colectivo, leo las primeras páginas de El Pasado, de A. Pauls.
Ayer, en la reunión de el interpretador, suena el celular y es mi papá que confirma que mañana, viernes 30, a las ocho y media de la mañana, la inquilina devuelve la llave del departamento. Se va. Queda para mí. La casa nueva. Nessie va a la cocina y vuelve con un Champagne. Alzar las copas en un chinchin con los amigos que este año estuvieron siempre cerca. Los que van, los que vienen. Los que se quedan. Será lindo abrir la puerta de mi casa para ellos.
...viene a mojarse los pies a la luna...