Hace unos años, en la secundaria y un poco más acá, sufría mucho. Creía que si me gustaba leer, escribir y tenía un mínimo interés por ciertas cosas "cultas", había un montón de otras cosas que por superficiales no podía abarcar. Comprar ropa era tonto, ir a la peluquería también, tenía que ser feíta y no preocuparme por eso. Me escondía. Durante toda la adolescencia fui a un club y nunca estuve con ningún tipo de ahí porque todos me parecían unos estúpidos (muchos lo eran) y ellos me veían como alguien muy lejano, supongo que totalmente deserotizada.
Era un creer implícito, pero creía en eso y sufría: en verdad sí me importaba ser feíta y quería ser linda, quería ser flaca y comprarme ropa como las demás. Pero no. Yo tenía que hacer cosas "cultas", creía que este tipo de actividades existía y que yo me tenía que dedicar a eso. Los dos mundos (intelectual y superficial) no podían conciliar. Era una opción de vida.
Determinante, exigente, programática, en realidad no estaba convencida de nada. Conozco mujeres así que no sufren por eso. Pero para mí, dedicarme a ese mundo intelectual, más allá de disfrutarlo mucho, era no haber podido ser bailarina, o tener conflictos para ser la actriz que quería ser. Entré al conservatorio de teatro y lo terminé dejando. Amo el escenario pero también me cuesta esa exposición. Igual, no me arrepiento de ese abandono, aunque a veces me pregunto cómo hubiera sido... (como si ser actriz pasara por el conservatorio).
Entrar a la facultad y empezar con las clases de Teoría y Análisis me ayudaron a descreer de un montón de cosas en las que creía, y entonces una crisis. Sana crisis. Además, terapia a full. Y darme cuenta de que sí me importaba estar linda y que eso no significaba ser una estúpida, que podía disfrutar de una telenovela (Muñeca Brava, Resistiré) y después leer Foucault y que incluso la mejor manera de leer Foucault era si podía disfrutar de la telenovela.
En estos días, con los preparativos para el casamiento de mi amiga y el parcial domiciliario que tengo que preparar, pasa algo así. Y aunque todavía no es fácil (quizá nunca lo sea, porque todavía me cuesta comprarme ropa, porque no me convence gastar dinero en cosas del cuerpo y no sólo en libros o en salidas), ayer fui a la marcha anti-bush con amigos, hoy me levanté, pedí turno en la peluquería, me hice los pies para lucir mis sandalias y ahora leo a Borges, pensando en sus procedimientos narrativos y retóricos, y soy feliz, porque tengo esa mezcla, porque adoro lo que hago y lo que hago es todo esto. Conciliación y contradicción.
...viene a mojarse los pies a la luna...