Pensaba llegar y escribir a mano. Ganas de escribir pero la computadora se quemó ayer a la noche por un golpe de tensión. A una amiga le pasó lo mismo, a la misma hora, en otro barrio. Por suerte el encargado de mi edificio es tan súper y canchero que también arregla computadoras, así que ahora, recién llegada a casa y el cpu como siempre para mí.
Siesta urgente. Dormirme a las cinco, despertador a las nueve, pero tan enfermita que desde las siete y media no poder dormir más. Dos horas y media de sueño. Reunión en casa de S., a la tarde ver Operación Masacre en una copia desastrosa y dormitando en los sillones.
Ayer, una noche linda. De esas que de charlar y pasarla bien se hacen las cinco de la mañana y no te das cuenta. Y no te querés ir pero vas a dormir poco, entonces mejor volver a casa, pero aún así dormir poco. A veces odio mi psiquis y sus traiciones.
De Primera Junta a Palermo. A eso de las siete de la tarde la ciudad parece plagada de chicos y chicas lookeados para Creamfields. Quizá es mi fantasía, porque yo no voy y por momentos parece que va todo el mundo. Como sea, gafas enormes, chicas de lo más diversas y divertidas en recorridos que adivino hacia Puerto Madero, combinaciones de colectivo y algunos taxis que veo detenerse para que suban las gafas y sus sonrisas, sus plateados y zapatillas puntiagudas, y ahí voy, camino y las veo, mientras vuelvo a casa para una siesta, con los jeans grandes y musculosa roja, y dormir por favor, que no falte nada, que la ansiedad se calme, que por un rato las obligaciones me dejen descansar y que los placeres de hoy no se vean asustados por cosas que de a poco van quedando atrás.
...viene a mojarse los pies a la luna...