Lunes. Oficina. Mate cocido. Veo el tarro con galletitas pero pienso no, grasa saturada. Cierro la alacena, consciente de mis incoherencias y de la cantidad de comida que ingiero con grasas sin mayor preocupación. Todo se trata de equilibrar: en lo que puedo contenerme me contengo para ir desaforada pero sin mayores culpas a los antojos de cada día.
Durante varios años trabajé en un club con grupos de adolescentes. El viernes, en Aroma de Santa Fe y Agüero, donde me junté a charlar un ratito con Nessie, vi a uno de los tantos que pasaron por mis actividades. Estaba lejos, no me vio y tampoco fui a saludar. Al rato, el conocido, rubio, traje negro, se acerca a la mesa, yo amago a sonreir y preguntar qué tal, pero él, antes de que yo hiciera cualquier gesto amable, con una contra-energía poderosa, me dijo:
__Algunas caras no se olvidan, y algunas cagadas tampoco.
Desconcierto total. Él se aleja un poco para irse, vuelve, y agrega:
__No te olvides lo que hiciste, lolamaar.
Wow. No tengo idea. Nunca creí que podría haber marcado a alguien con tanta intensidad como para que cuatro años después me odiara como si lo terrible recién hubiera pasado. No sé qué le hice. Parecía algo realmente grave. Intenté pensar pero no. Sólo recuerdo que era insoportable. Ideas protofascistas. Y que yo no soy muy diplomática. Pero nada más. Ese chico ahora tendrá veinte años; cuando lo molesté debía tener dieciseis.
Ayer, IV encuentro de el interpretador. Todo salió bien. Se suma gente, caras nuevas para nombres conocidos. Las lecturas estuvieron muy bien. Como leyó Corbacho, un poeta de unos setenta años, tuvimos la platea de más amplia gama generacional. El viejo copó el auditorio. Las señoras mostraron su aguante con whisky nacional (varias se acercaron a pedir café, no tenemos y entonces whisky), a alguien tuvimos que explicarle que tampoco teníamos Legui. El clima, amigable como siempre. Elogios, comentarios que me sorprenden. Buen humor el domingo a la tardecita que se extiende hasta la madrugada. A la salida nos fuimos varios a (intentar) comer algo. A la vuelta, El desnivel. Conseguir lugar para los casi veinte que éramos. Nunca nos atendieron. Nos fuimos casi a la media hora de haber llegado. ¿Panchería? ¿Pizza? ¿Dispersión y cada uno a casa? Es tarde. Caminamos y no sé cómo, de pronto alguien conversa en la calle con un mozo de un restaurant que parece caro. El mozo propone hacer precio para un menú de parrilla que supuestamente alcanza para todos. Después de un estado asambleario de varios minutos resolvemos entrar. El mozo nos dijo cualquiera. La comida no alcanzó y el episodio suscitó algunas broncas. De todos modos, la velada fue más que agradable y continuó así durante un rato más.
Se terminó el mate cocido. Es media mañana y tengo un poco de hambre. Además tengo que trabajar. La semana promete agites. Sensaciones raras en el cuerpo. Está todo bien pero igual un nudo que no cede. Vuelve después de buenos momentos, silencio y nudo. El estado de ánimo en distintos niveles. Supongo que es así: darle tiempo y calor para que se distienda despacito.