Días de bastante encierro. Lectura. Escribir parcial. En el medio, la rutina y algunos guiños nuevos desacomodan lo establecido. Aparecen las sonrisas mezcladas con una sensación extraña porque lo de antes ya no está, no envía ninguna señal y las señales son otras, de otros lados. El radar chingado se reacomoda desacomodado y vuelve a captar. Señales. Son buenas.
En estos días pensaba con cierta nostalgia (creo que definitivamente tengo una mirada teñida de cierta nostalgia) las publicaciones en internet. Estoy en el interpretador, tengo un blog, publicar en internet me parece excelente. Pero tengo la sensación, también, de que esos textos se pierden rápido. Que nadie vuelve ahí. En el mes quizá alguien los lee pero después todos los olvidan. Quizá no es así. Ojalá que no. Me parece que, por ejemplo, muchos ni siquiera saben que existen cuentos que están por ahí publicados. Y sí, están publicados, pero la alegría viene recién si alguna vez un librito... Una sacralización del libro, algo tangible. Lo pensaba ayer cuando leía Operación Masacre, y el pasar de Walsh de unas notas en revistas al libro publicado. Mezclo todo con todo y no tiene nada que ver. Acá es otra cosa, lo sé, lo entiendo, pero me hizo pensar y creo que soy un poco más lenta que los avances de la tecnología. El viernes pasado leí un texto de S. en el Remisero Absoluto y hoy, cuando volví a entrar, descubrí con cierta tristeza que el texto había quedado muy atrás. Todo se actualiza demasiado rápido y creo que a veces en la actualización se olvida. Lo mismo con algunos post que me gustan más que otros (ninguno de estas últimas dos semanas). Pasan, ya ni aparecen en la página que se abre al poner la dirección, y se pierden ahí, quién sabe en qué nebulosa.
...viene a mojarse los pies a la luna...