Leo un comentario al post anterior en rechazo a los asuntos religiosos. En la misma línea, el viernes pasado, un amigo me preguntó en qué sentido me sentía judía, y en esos mismos días, otro amigo hizo una pregunta similar.
No soy espiritual, no creo en nada, no soy una mujer de fe y a veces sufro por eso (lo bien que vendría a veces poder creer en algo). Sin embargo hay costumbres, códigos y emociones que se llevan dentro y que son una marca. Como la pasta de los domingos para algunas familias italianas, como cualquier costumbre o rito que se lleve adelante en cualquier comunidad. Yo no cumplo con casi nada. No me interesa. Suelo participar de lo que me invitan y pocas veces genero algo. A veces me lo cuestiono. Lo pienso seguido. Un año, poco después de la muerte de mi abuela, fui la única que dijo unas palabras en la mesa, tomando la posta que ella había dejado. Me mueve eso, el rito, la historia, cierta tradición que no responde a ninguna norma escrita en ningún lugar.
Hoy tocó con la familia materna. Familia árabe, comida riquísima. La comida es importante. No por nada todos los presentes que habían visto la película "La sal de la vida" la habían disfrutado mucho y se habían emocionado tanto. A mí me gustó, pero no me pareció gran cosa. La comida es importante. Es uno de esos rituales. Niños envueltos, cebollitas rellenas, maude, bame, siempre fuentes de arroz y muchas veces (pero hoy no, qué lástima) esa picada con lajmayin, boios, muerras, kipe y sembuzak. En cualquier ámbito cualquiera de esos aromas y sabores me haría sentir como en casa.
Mi familia no es una gran familia. Las diferencias son muchas, las profesiones, estilos de vida, miradas del mundo y opiniones son demasiado distintas. Compartimos el juntarnos en estas ocasiones y disfrutar de esos placeres con la misma intensidad, las peleas sobre política, comentarios sobre fútbol y alguna que otra cosa que depende de la ocasión. El entramado deja ver algunas relaciones más profundas. Entre la masa están mis primos preferidos y los tíos que más quiero. Pero no mucho más.
Lo de la política hoy fue divertido. Soy la menor y muchos todavía no acostumbran (porque nos vemos poco) a que la nena hable, argumente y hasta tenga cierta chispa. Como hay tanto material (peronistas, menemistas, radicales, apolíticos, y tanta variedad que hasta nos deja a mi hermano y a mí como los especímenes más zurdos de la familia) es muy divertido meter cualquier tipo de humorada que condimente la reunión. Para orgullo de mi hermano mayor hoy tuve todas las luces. ¿Será la depresión? ¿El nomeimporta nada? Soy la menos diplomática de la familia. Pero todos terminaron coreando mi nombre. Repartí para todos y fue muy divertido. Me sentía como un ejemplar del diario Barcelona pero con voz y cuerpo de mujer. Me esperaba algún reto de mi madre en el auto, pero volvimos en silencio.
En fin, costumbres, política, algo de fútbol. Rosh hashaná en una familia dispar, judía laica que se junta cada tanto y come muy rico. Es un entramado de emociones imperfectas e inexplicables. No hay razón. Vuelven los aromas, vuelven esas voces de tías insoportables que en algún momento, cuando estoy lejos de casa, también agregan un poquito a todo eso que siento que soy.
...viene a mojarse los pies a la luna...