
En estos días sueño con viajes. Leo el último post de Flor y recuerdo el sur. Durante mucho tiempo, una vez por año, al menos, a la montaña. Caminar hacia los refugios. Largas caminatas de olores nuevos y aire fresco. Los lagos, las cabañas, el frío a la noche, el fueguito, los asados. Un cielo estrellado que no termina nunca. El sur desintoxica. El viento del oeste limpia todo. A veces desnuda y expone a la intemperie. Los riesgos.
Llegar al sur es bajar del micro a la mañana (viajaba durante la noche) y chocarme con el aire seco. Ver el cielo casi siempre despejado y amplísimo. En Neuquen rodearme de la barda, esas franja de insulsas montañas bajas. Más al sur, enseguida los lagos y su azul increíble. En Traful, todo verde (qué hermoso Traful). Bariloche no me gusta mucho, salvo por su acceso a los mejores refugios. En todos lados, camino de ripio. El sur es mochila pesada, tierra y caminata. Es carpa y bolsa de dormir. Es un atardecer de todos colores. Olor a leña. Amor.
La gente tiene la piel curtida. Los hombres me parecen hermosos. Las mujeres son bien vaqueanas.
Siempre pensé que debía vivir seis meses en una gran ciudad y otros seis en una cabaña sureña. Ahora podría negociar ocho meses en la ciudad y un verano extendido, de cuatro meses, en el sur. Si pudiera tendría una cabaña perdida por ahí, con una compu poderosa que me permita escribir y comunicarme. La imagino con vista a un lago, y si tiene terracita mejor. Escribo y sonrío. Esta imaginación me satisface.
...viene a mojarse los pies a la luna...