Aburrida. Normal. La normalidad me parece lo peor. Prefiero la intensidad de la tristeza. Pero ¿la normalidad? ¿Todo bien pero bien porque no pasa nada? No. Malhumor por eso. Nada para contar. Trabaja y va a la facultad. Extraña a los amigos que no ve hace tiempo. Se hace algunos amigos nuevos y eso le parece bien pero le da un poco de miedo.
Los sueños son vertiginosos. Pero de largo aliento. Quisiera ser fuerte y cortar todo contacto con las personas que cortan contacto de a poco (ok, hablo de una sola persona). Tan miedosa que al minuto de pensar eso, un llamado. ¿Todo bien? Todo bien... etc, etc, etc. Una charla normal. Y pensar ok nene. Pasemos a otra cosa.
Me pondría un vestido de lentejuelas, los rulos al viento y unos tacos bien altos. Diosa. Diva divina.
El problema de mis pretenciones es que no sé caminar con tacos altos y me caigo a los diez metros.
Que no sé si tacos de diez centímetros o una carpa frente al lago. Que en cada polo extraño el otro.
Hoy a la mañana un correo inesperado. Pequeñas cosas alteran este orden demasiado ordenado. Planes para el fin de semana. Salida, fiesta, reuniones. Todo es un gran potencial. Pero lo mejor es no tener demasiada expectativa.
Pasa un compañero de trabajo, uno de esos que el martes me vieron borrachísima en un cumpleaños (¡eso no lo conté!), me pregunta cómo estoy. Nada. Aburrida. ¿Siempre adrenalina Lolamaar (me dice por mi apellido y me parece simpático)?. Sí, sí. Siempre.
Maldita exigente.
...viene a mojarse los pies a la luna...