
Un domingo distinto. A la tarde votar. A la tardecita ir con mi amigo S. a escuchar una lectura de poesía en BrandonGayDay. Tenemos ganas de conocer el lugar y también de charlar un poco. A las siete ahí. El 92 a las siete menos diez y acordarme de A. Mandarle un mensaje: Hola A. ¿Cómo estás? ¿Tus cosas? Hoy voy a ver a Charly, cumple años y toca. No responde. Llego a la Casa Brandon. S. todavía no llegó. Doy una vuelta. Saludo a la poca gente que conozco y llega S. Compramos unas cervezas y nos sentamos en un sillón a conversar y mirar gente. Pocos minutos más tarde empieza la lectura. Estoy de costado. Frente a mí veo a una madre joven con su hijo de unos cuatro años. Son amigos o quizá familia de un tipo que después va a leer. El tipo es lindo y me imagino que quizá son una familia feliz. También pienso en cuando empiecen a nacer hijos entre mis amigos, y si los llevaremos a lecturas de poesía. El nene abraza a su mamá y pienso si alguna vez tendré un hijo que me abrace. Creo que prefiero varón. Creo que es una familia feliz pero después dudo de si el tipo es gay.
A. responde: Qué bueno ir a ver al personaje lindo ese. Yo ayer me mudé, en una casa ahora, con mucho para hacer. Lindo recibir tu mensaje. Te escribo en estos días. Besote.
A. se mudó con su novia nueva. Conmigo salió cuatro años y con la nueva va cinco meses. Me deprimo. Es cierto que teníamos unos mil kilómetros de distancia entre otras dificultades técnicas. Igual me deprimo. Lloro un poco. S. se da cuenta. Me abraza. Le muestro el mensaje. Entiende. Yo entiendo, me parece bien y todas esas cosas que son correctas, pero igual me deprimo. Termina la lectura y estoy un poco mejor.
Unos minutos de sociales y nos vamos por una pizza, cerveza y ver resultado de elecciones. Hablamos un poco de política y no nos ponemos de acuerdo. Charlamos de amor y no nos ponemos de acuerdo, creo, pero es un poco más divertido.
Me tomo el 24, al Gran Rex. Llego cinco minutos antes del horario del comienzo pero todavía las puertas están cerradas y la calle repleta de gente. Veo a mi primo menor. Me cae bien que esté ahí con sus quince años. Hay muchos padres, madres, hijos e hijas. Algunas parejas. Muchas amigas, hombres solos y algunos grupos de amigos.
Entramos varios minutos después de las doce y el recital arranca a la una. Empieza la banda. Increíble banda. No sé quiénes son, si los de siempre u otros. Me acuerdo de Epumer. Me gustaría que esté con su voz y su guitarra ahí. Los seis músicos suenan hermoso. Sale Charly. Delirio. Saco fotos y hago videítos (acabo de darme cuenta que la fuckin´ cámara graba sin sonido, entonces ¿para qué todo?). Estoy sola, una amiga en el piso de arriba, pero yo sola ahí y me gusta. Todos bailamos y cantamos.
En la Argentina post Cromagnon y Ley Antitabaco, las luces de encendedores son reemplazadas por destellos de cámaras digitales.
Pasan temas conocidos y nuevos. Hago un llamado. Le hago escuchar “Pasajera en trance”, pero creo que no se da cuenta de que es ese tema. Después M. vuelve con “Promesas sobre el bidet” (Por qué me tratas tan bien/ me tratas tan mal/ sabés que no aprendí a vivir./ A veces estoy tan bien/ estoy tan down/ calambres en el alma/ Cada cual tiene un trip en el bocho/ difícil que lleguemos a ponernos de acuerdo).
Palito Ortega y Luciana Salazar. Yo imaginaba que quizá Sabina, Calamaro, por qué no Fito, o Cerati. Pero no. Ortega y Salazar. Las tetas más grandes que vi en mi vida. Pensamiento envidioso: con esas tetas cualquier panza parece chata (porque en realidad me imagino con esas tetas, y claro, quedaría bien... ¿quedaría bien?). Ella se mueve al ritmo de Fanky. Nadie le da mucha bola. A Palito lo silbamos.Unos temas, intervalo, otros temas, intervalo y más temas hasta el final. Pasadas las tres de la mañana, el cuerpo cansado. Taxi a casa y dormir. Sólo tendré cuatro horas de sueño.
...viene a mojarse los pies a la luna...