Mi hermana me pasa a buscar para ir a shopping de palermo. Quiere ir al supermercado y pide que cuide a sobrina Clara en los juegos, arriba de todo, en la terraza. El día está lindo y el lugar está plagado de niños. Vemos que hay hamacas como las que le gustan a Clara, una calesita y un Sacoa. Mi hermana me muestra los juegos a los que Clara juega en Sacoa y yo no puedo entender que con apenas un año la niña ya tenga experiencia en tales establecimientos. Un viaje a Nueva York puede ser. Pero ¿Sacoa? ¿No es muy pronto? Entramos y miro. Es fundamental que aprenda lo que le gusta a la niña: me da pánico que en el rato a mi cargo se ponga a llorar y no poder consolarla ni detenerla, que de pronto no me reconozca o piense que su madre no volverá nunca más.
Mi hermana se va. Siento que este momento será eterno. Me gustaría relajarme y disfrutar con mi sobrina sin preocuparme por nada más. Hace mucho calor. Estoy abrigada. Hay niños por todas partes, padres y madres que no son como yo seré cuando tenga treinta y pico, y las hamacas ocupadas por otros bebés que no dejan que mi Clarita disfrute un rato en el aire y pare de hacer sonidos y gestos para reclamar ese espacio. Esperamos. Le hablo y le juego. Sonríe. Cuando un bebé sonríe con algo que uno hace es como un hallazgo y uno, estúpido, repite y repite la morisqueta. Cómo hacen los caballos. Cómo hace el pato. Ella y todos los sonidos. Qué nena inteligente. Le pido que me de un dedido y me lo acerca a la boca. La beso y digo qué rico. Todo esto será tonto, pero esta niña tiene el poder de cambiar y mejorar mi ánimo. Charlamos un ratito más y la hamaca se libera. Se divierte. No puedo creer que se sienta segura conmigo. Me parece maravilloso.
Vamos a la calesita (ponerla y sacarla de cochecito, una complicación) y oh sorpresa hay que tener tarjeta Sacoa. Sé que voy a entregarme. Seré una tía sacoa. Si hago esto ahora, que tiene un año, me imagino que cuando tenga quince lo mínimo que haré es prestarle mi departamento para que lo use de bulo.
Me acerco para comprar la tarjeta. Saco un número. Tardan en atender. Por suerte pregunto. No es ahí donde debía comprar la tarjeta. Es allá. Vamos allá y compro. Clarita se pone nerviosa, no quiere estar en el cochecito. Yo la ato y la desato cada vez que la siento. No puedo permitir que pase nada. Cargamos la tarjeta con un viaje en calesita y allá vamos.
Hace muchísimos años que no daba una vuelta en calesita. Nunca me subí a alguna que dependiera de un Sacoa. Mis calesitas estaban en las plazas. No en los shoppings. Pienso que voy a llevar a Clara a calesitas de plazas, que intentaré anular lo más pronto posible la tarjeta de Sacoa. Nos subimos y damos vueltas. No le gustan los caballitos, dijo mi hermana. A mí era lo que más me gustaba. Ocupamos un asiento común. Yo hago todo tipo de gestos para que la niña sonria. Saluda a la gente que pasa. Disfruta y yo contenta.
Cuando salimos miro el reloj y ruego que hayan pasado más de veinte miuntos. Media hora. Mi hermana no puede tardar mucho más. Dijo que la compra era chica. Quedan los juegos que me mostró al principio. Aviones y autitos donde la siento y ella juega. Funcionan con tarjeta, pero a Clara le alcanza con sentarse ahí y apretar botones y agarrar el volante al ritmo de mi voz que canta "Vamos de paseo, pí pí pí". Estamos un rato ahí. Pasamos a un avión y se vuelve loca. Le cuento que vamos al espacio, que visitamos planetas y conocemos gente nueva. Después me da lástima jugar sin pasar la tarjeta que supongo hace el juego más entretenido. Me parece que es de amarrete negarle esa posibilidad. Que más que rebeldía es un sinsentido. La vuelvo a poner en el cochecito y de nuevo a cargar la tarjeta. Damos una vuelta y veo una especie de carroza conducida por unos caballos preciosos. La siento, la sostengo, paso la tarjeta y la carroza comienza a moverse. Clara hace puchero, me mira miedosa y estira los brazos para que la alce. Se asustó.
Una madre acerca a su nena y la sube. Aprovecha los últimos segundos. Clara mira a los caballos y hace "cl cl cl". Me mira y sonríe.
Le gustaba más el juego sin todo ese movimiento electrónico y tarjeta Sacoa. La abrazo y le doy muchos besos. La adoro.
...viene a mojarse los pies a la luna...