Ayer a la madrugada-mañana, pastillita para dormir y mimos de mis padres. Llorar y llorar. Despertarme y llorar. Hablar con amigos. ¿Querés salir? Quiero ir al encuentro de lecturas. Vamos.
Precioso lugar en San Telmo. Clima de amigos. Menos mal que están los amigos. Recibir un mensaje y quedarme estaqueada sin saber que hacer. Decir "no". Qué difícil es decir "no" incluso cuando es para preservarse uno y a los que están alrededor. No. Y estuvo bien. En algún momento el "no" pasa de ser una palabra a ser acción. Es una acción que a mí me cuesta mucho.
Las lecturas están bien, pero no logro escuchar con atención todo el tiempo. Desde la barra miro a la gente. Gestos. Presencias.
Amigos me invitan a cenar. Pero quiero ir a casa. Me llevan. Llego y más invitaciones. Hermana, hermano y grupos de amigas que están de festejo por cumple. Pero no. Un rato de compu, una conversación por teléfono que extiende la acción del "no", la determinación, decisión dolorosa. No más. Y qué tristeza. Cómo se hace. Me voy a la cama. Hoy, padres de viaje y cama grande para mí. Cuando ellos no están duermo con la gata. Hay espacio para las dos. Me llevo un libro que me prestaron, el suplemento Ñ y pongo un disco de Drexler. La gata se acurruca en mis brazos. Escucho Drexler, no voy a leer. Apago la luz y así me duermo. No estoy sola.
...viene a mojarse los pies a la luna...